Este sitio te permitirá acceder a los artículos de Rigo Vargas publicados en el periódico "El Sol de León", en la columna del mismo título

domingo, 30 de octubre de 2011

La Muerte - Tu eterna compañera - publicada el 30 de octubre de 2011

La Muerte – Tu eterna compañera

Nuestra presencia en este plano se caracteriza por el cambio constante de circunstancias en todas las áreas de nuestra vida. Nada es para siempre y todo ser tiene un período de existencia limitado. Una de las artes obligadas que debemos aprender mientras dura el peregrinaje por nuestro período en este mundo, es a incluir la “buena incertidumbre” como parte de la filosofía de nuestra vida. Me refiero a que aprendamos a enfocar esa falta de certeza como algo positivo, haciendo del diario vivir, una aventura que merece ser experimentada.
Pero aún dentro de esas circunstancias tan variables por las que nos toca transitar, sólo hay una que es ineludible e implacable: la muerte. Sabemos de sobra que algún día nos visitará y que no podremos rehusar a su invitación. Nos asusta tanto la idea de la muerte, que por eso los panteones tienden a construirse en las afueras de la ciudad, para no pensar en ella. Nos gusta pensar que la muerte les sucede más a los viejos que a los jóvenes, pero eso es solo un paliativo mental para evitar tenerla presente.

Incluso hay personas que tienen tan encubierto el concepto, que se sorprenden cuando alguien acaba de morir, diciendo algo como: “Pero, ¿cómo que se murió?, si yo lo acababa de ver ayer”, como si eso fuera una especie de seguro de vida.
“Vive todos los días como si fuera el último, porque un día vas a tener razón” decía el genial Steve Jobs. La perspectiva de la muerte tiene como propósito el fomentar que tu vida sea más intensa y plena, al no conocer cuanto más durará. En una ocasión alguien me comentó que no le tenía miedo a la muerte y que no tendría problema si le sucediera hoy mismo. En principio, esa es una postura sana, sin embargo en aquel caso concreto, la carencia de miedo se debía a la falta de amor a la vida. Si amas la vida, comprendes que la muerte es una condición de la misma y por lo tanto la aceptas y la utilizas como incentivo para vivir cada vez mejor.

El miedo a la muerte se manifiesta por varias razones, entre las cuales están: el temor a lo desconocido, los apegos hacia personas o cosas a las que no quieres renunciar, las culpas, los remordimientos, el temor al dolor físico, etc. Nada de lo que experimentes en este plano es realmente tuyo, son solo herramientas del alma para aprender, que ciertamente vives en carne propia, pero una vez que te retiras, todo aquello se queda. No te aferres a nada y aprende a fluir con la vida.
Siempre hay que recordar que cuando llegamos a este plano, aunque podríamos haber estado rodeados de doctores,  lo hicimos solos y de la misma forma vamos a partir. La vida es tan breve que no vale la pena desperdiciarla en temores que nos inmovilicen.

Hoy en día existe un miedo arraigado en el inconsciente colectivo, que es el temor al “fin del mundo”. Tal vez por la cercanía al mítico 2012, tal vez por tantas películas y series de corte apocalíptico, se extiende cada vez más el miedo a las catástrofes naturales y cualquier otro evento de grandes magnitudes que se salga de nuestra capacidad de control o entendimiento. A esto le podemos aplicar la sencilla filosofía que tenía mi abuelo al respecto. Él decía: “El fin del mundo es cuando te mueres, no importa si lo haces en bola o tu sólo”. No hay razón para temerle a la muerte colectiva. La transición de la conciencia es en solitario.
Creemos que vamos a vivir tanto, que la muerte es algo tan lejano y ajeno que le sucede a todos los demás menos a nosotros mismos, o a nuestros seres queridos, que por eso hacemos planes a muy largo plazo, que dicho sea de paso, a veces no se concretan tal y como los habíamos imaginado. Basta con ver tu vida en retrospectiva y acordarte de todos los planes que habías hecho cuando tenías veinte años, ¿acaso se parece tu vida actual a lo que entonces imaginabas? Nunca es tarde, aprovecha que sigues vivo para realizarlos.

No olvides que esta existencia tiene una duración limitada y que la muerte siempre está sobre tus hombros, al acecho, esperando el momento en que seas llamado del escenario llamado vida, para conducirte al umbral del fin de tu plazo. Pero en lugar de temerle, agradécele su presencia porque gracias a ella siempre recordarás vivir plenamente y enamorado de la vida, mientras dure ese romance.
No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, porque no sabes si mañana mismo llegue la muerte a extenderte su mano.

 ¡Feliz fin de semana!

domingo, 23 de octubre de 2011

El Miedo a entregarse – Tercer miedo Universal - publicado el 23 de octubre de 2011

El Miedo a entregarse  – Tercer miedo Universal

Hoy concluimos el análisis de los tres miedos universales, le toca el turno tercero y final, al miedo a entregarse que es igual a la pérdida o ausencia de confianza. Este miedo se caracteriza por producir inmovilidad y no permitirme disfrutar de una relación con otra persona o conmigo mismo.
Existen dos formas de manifestarlo: Una, cuando por malas experiencias pasadas ya no quiero entregarme a nadie en una relación y lo hago con reservas, o de plano, fingiendo. Este es el “síndrome del corazón roto”. La otra es aquella donde le tengo tanto miedo al éxito que no me permito llevar a cabo lo necesario para alcanzarlo y me auto justifico de mil formas para boicotearme.

La gran mayoría de las canciones románticas hablan de corazones rotos y palabras más, palabras menos, se expresan en estos términos: “Tu eres la razón de mi existencia; eres el aire que respiro; sin ti no podré vivir jamás”, etc. La música es normalmente agradable pero las letras van creando un efecto hipnótico en nuestra conducta. Después de mucho escucharlas, comienzas a creer que la pareja tiene el control completo de tu felicidad, y que si decide no estar contigo, ya no tienes razones para vivir. Sea por causa de esto, o por lo que los medios de comunicación nos venden como relaciones “sanas” que casi siempre parecen más codependientes, que otra cosa, nos creamos un falso concepto de lo que debemos esperar y de cómo debemos actuar ante esa circunstancia.
El único resultado posible de otorgarle a la pareja el poder de controlar mi felicidad, es eventualmente, un corazón roto. De ahí nace ese miedo a entregarse, y es cuando nos decimos “Ya no me puedo arriesgar a que me rompan el corazón otra vez” y entramos a cualquier otra nueva relación con reservas y sin estar cien por ciento involucrados. En última instancia, es miedo de perder el control de la situación. Lo que no nos damos cuenta es que absolutamente nadie nos puede herir emocionalmente, sin nuestro consentimiento. Es cierto que pueden pasar cosas dolorosas, y el dolor es inevitable, sin embargo el sufrimiento es voluntario.

Así como hay gente que no quiere tener un perro por no sufrir el dolor de su eventual muerte, así hay personas que no se entregan por miedo a volver a sufrir un rompimiento. Terminan negándose una de las experiencias más hermosas a las que puede aspirar un ser humano en esta vida: amar y ser amado. Es cierto que el precio de una despedida es muy alto, pero bien vale la experiencia. Todo es aprendizaje para el alma. En este universo, nada permanece estático y todo cambia continuamente. Las relaciones humanas no son la excepción.
En el terreno del miedo a la entrega que tiene que ver con uno mismo, es cuando nos auto-saboteamos, sintiéndonos derrotados ante cualquier situación, sin buscar involucrarnos lo suficiente como para saber si el resultado era cierto o no. Esto ocurre porque nos damos a nosotros mismos con tantas reservas, que sabemos que no podremos  lograr el objetivo deseado. Aquí caben muy bien las “profecías auto-cumplidas”: me refiero a aquellos prejuicios que tenemos de antemano y que nos sirven para convencernos  que aquello no era posible de realizarse. Por ejemplo: “Ya sabía que la dieta no me iba a funcionar, si nunca he podido hacerlas”; “Yo no sé para qué me pongo a leer, nunca termino los libros que empiezo”,  “Todas mis relaciones terminan mal, claro, el amor no es para mí”, etc.

Para poder entregarme sin reservas, necesito permitirme contactar conmigo mismo aprendiendo a escuchar mi interior y todo lo que éste me quiere comunicar; mis anhelos, necesidades, sueños, miedos, etc. para así reconocer, vivir y experimentar mi ser de forma integral, incluyendo mi parte luminosa y mi parte oscura. La parte luminosa la constituyen todas mis virtudes y atributos, a diferencia de la parte oscura, que es todo aquello que me asusta de mí mismo y que no me gusta porque lo percibo como erróneo y malo.
Necesito reconocerme y aceptarme tal como soy, sin juzgarme, y para poder hacerlo requiero tener muy claro el concepto que tengo de mí mismo, con todo lo que considero son mis potenciales y limitaciones para amarme de forma incondicional y así poder amar a quien yo elija sin sentir el miedo a entregarme.

No hay caso en cerrar el corazón para evitar que sea lastimado, eventualmente, eso es aún peor que correr el riesgo. El corazón necesita compartir amor para funcionar adecuadamente. Sólo déjalo en libertad para que pueda lograr su fin más alto, que es amar incondicionalmente.
¡Feliz fin de semana!

domingo, 16 de octubre de 2011

El Miedo a no sentirse digno – Segundo miedo Universal - publicado el 16 de octubre de 2011

El Miedo a no sentirse digno  – Segundo miedo Universal

Continuamos con el análisis de los tres miedos universales que comenzamos la semana pasada. Ahora le toca el turno al segundo miedo universal: El miedo a no sentirse suficientemente bueno o a no sentirse digno.
Aquí hablamos de aquel miedo que nos lleva a poner siempre a los demás por delante y por encima de nosotros mismos, convirtiéndonos en seres con una sed de aceptación enfermiza y con un deseo obseso de agradar a los demás aunque esa actitud nos conduzca a hacer y soportar cosas que no nos gustan. Terminamos transformándonos en individuos condescendientes. Otra variante del mismo es cuando me inmoviliza a actuar, presuponiendo que los resultados serán adversos, así que mejor ni lo intento. Este miedo puede aparecer en todos los ámbitos de nuestra vida, sin excepción.

Las manifestaciones de este omnipresente miedo son tan variadas como la imaginación alcance. He aquí algunos ejemplos: ¿Cuántas personas viven tratando de adelgazar o de conservar la línea a costa de sacrificios, sólo para sentirse bonitas y deseadas? ¿Cuántas lo hacen realmente por mantenerse sanas y sentirse fuertes? Conocí el caso de una chica de 14 años que estaba muriendo de anorexia. Platiqué un rato con ella y cuando le pregunté porque creía  que le estaba pasando eso, su respuesta fue: “Es que si no estoy flaca los muchachos no se fijan en mí”. Su miedo a no ser digna del cariño de una pareja, le llevó al extremo de poner en juego su vida con tal de agradar. Ese era su paradigma, sin duda influenciado por las imágenes de “perfección” inculcadas por la televisión y el cine.
También están aquellos que se compran el automóvil más caro o la casa más ostentosa a la que pueden aspirar, no porque los transporte mejor el primero, o vivan mejor en la segunda, sino que necesitan sentirse aceptados por su círculo social, familiar y laboral. Y no es que esté en contra de conducir un buen auto o vivir en una buena casa, lo malo es llevarlo a cabo con el objeto de ser bien visto y reconocido por los demás, disfrazándolo con miles de auto justificaciones. El lujo demuestra pobreza de espíritu, la calidad es otra cosa muy diferente.

Hay personas que incluso generan enfermedades causadas por su propia mente con tal de ser compadecidas y aceptadas por los que están en su entorno. Tuve un amigo que generó un padecimiento que le obligaba a moverse con dificultad. En una ocasión que lo invité a cenar, estuvo a punto de caerse de bruces al tratar de sentarse solo. Inmediatamente varias personas lo ayudamos para acomodarlo en la silla. Ya estando instalado me dijo: “Mira lo que son las cosas, así si me quieren”.
Hay quienes incluso adoptan formas de hablar, modas  y costumbres no propias sino características del grupo social al que desean a toda costa pertenecer o no sentirse rechazadas. Valga como ejemplo la horrenda costumbre adoptada recientemente por las mujeres de decirse “guey”, siendo ésta una palabra de género evidentemente masculino.

En todos los casos donde este miedo se presenta, la causa es siempre recurrente: La falta de amor a ti mismo. Te sientes tan poca cosa, que crees que tienes que compensarlo con actitudes que no son auténticas, con cosas que no necesitas y hasta con auto justificaciones de porque las cosas nunca te salen como las quisieras.
Si aprendes a amarte a ti mismo, encontrarás que el miedo a no sentirte digno se disuelve, dejando en su lugar al orgullo de ser auténtico. Decía San Agustín “Ama y haz lo que quieras”. Lo podríamos transformar en “Amate y sé lo que quieras”. Cuando te amas, vibras en una frecuencia tan alta que lo único posible que puedes atraer a tu vida, son aún más razones para amarte y ser amado por otros.

Paradójicamente, cuando te dedicas a tratar de agradar a los demás para sentirte digno de su cariño, es cuando menos lo obtienes (cuando menos de forma sincera).No procures la aceptación de los demás como último fin, al amarte a ti mismo por sobre todas las cosas, la conseguirás como un beneficio adicional sin necesidad de buscarla. Nadie puede aceptarte si no te aceptas primero a ti mismo.
Nunca dejes de intentar aquello que quieras lograr, no te des por vencido sin siquiera darte la oportunidad de probar. El aprendizaje que trasciende, surge como resultado de recorrer el camino, sin importar si consigues o no tus objetivos. Después de todo, la experiencia es aquello que obtienes  cuando no alcanzas lo que quieres.

Analiza que es lo que realmente se esconde atrás de tu miedo a no ser digno, cuál es tu deseo enmascarado que te mantiene adherido a ese sentimiento.
Amate y siempre serás suficientemente bueno para ti y para cualquier otra persona que se  te acerque.

¡Feliz fin de semana!

domingo, 9 de octubre de 2011

El Miedo al abandono – Primer miedo universal - publicado el 9 de Octubre de 2011

El Miedo al abandono – Primer miedo universal

La semana pasada tratamos el tema de los tres miedos universales. Lamentablemente, el espacio de esta columna no permite ampliar una cuestión tan importante en un solo artículo, así que a partir de hoy, veremos cada uno de ellos con más detalle.
El miedo al abandono es aquel que nos lleva a soportar una cantidad de situaciones incómodas con tal de no quedarnos “solos”, o sentirnos desplazados. Se puede presentar en cualquier tipo de relación que tengamos, tanto de trabajo, de amistad, de pareja o de familia.

Este miedo se manifiesta como una dependencia enfermiza de la voluntad de otra persona para conmigo, de si decide mantenerme o no, dentro de su mundo. Es decir, estoy a expensas de su voluntad, lo que me convierte en una “máquina de tolerar”.  Este hecho se puede constatar por ejemplo, en gran cantidad de matrimonios que tienen una relación que deja mucho que desear pero que se sobrelleva porque “más vale malo por conocido que bueno por conocer”.

Lo primero que hay que analizar es el concepto de “soledad”. La mayoría de la gente cree que estar solo depende de sus circunstancias, esto es, si alguien los acompaña, no están solos y si no, sí  lo están.  Eso es un error común, porque la soledad es una actitud y no una condición. Por ejemplo: puedes estar en un estadio acompañado por diez mil personas y sentirte solo, o bien, puedes estar acampando sin compañía y sentirte pleno y libre. Finalmente todo se reduce a una elección voluntaria, ¿cómo quieres sentirte? Aunque no haya nadie a tu alrededor, siempre está tu presencia contigo mismo y eso es todo lo que necesitas.
Cuando decides acompañarte de alguien, que sea porque disfrutas su compañía, nunca por que la necesitas o porque si no cuentas con ella, no estás a gusto o no te sientes pleno. Bajo ninguna circunstancia le debes otorgar el poder a alguien más de que controle tu bienestar. A la única persona que le corresponde hacerlo, es a ti mismo, única y exclusivamente.

También existe otra consideración que hacer, “A lo que te resistes, persiste”. Si te la pasas sintiendo que en cualquier momento te pueden abandonar, esa actitud, lo único que generará son más y más razones para sentirte en riesgo y actuando en consecuencia. Tienes que aprender a respetar la decisión de las personas que te rodean, de querer alejarse de tu lado en un momento determinado. La vida no es estática, es dinámica, y por tanto las personas también lo somos. Lo que hoy es bueno para mí, el día de mañana puede hacerme daño y viceversa.
Para poder tomar lo que la vida nos quiere dar, tenemos que abrir las manos para recibirlo y abrir las manos implica soltar aquello a lo que nos aferramos tan desesperadamente. Tenemos que fluir con el continuo río de la existencia y aprender a aceptar el orden cósmico que va más allá de nuestro entendimiento y que, en última instancia, siempre actúa en nuestro beneficio, aunque de momento las situaciones parezcan adversas.

Si alguien te abandona, puedes estar seguro que es porque algo mejor y más apropiado viene a tu encuentro. Deja que las personas que se quieran retirar de tu presencia lo hagan en paz y abre tu corazón para albergar nuevas relaciones, que también llegado el momento, podrán concluir cuando las lecciones mutuas hayan sido asimiladas por nuestras almas. Somos seres espirituales experimentando el mundo físico y el aprendizaje interior es lo único que trasciende junto con nosotros.
Por otra parte, señalábamos que los miedos son en realidad deseos enmascarados. Pregúntate: “¿para qué me aferro a este miedo? ¿por qué no lo suelto? ¿qué retribución emocional me aporta conservarlo?” Contestándote eso, podrás descubrir qué es lo que hay en realidad detrás, qué es lo que te mueve a conservar ese miedo.

Vive siempre sin temor al abandono, porque aunque no haya nadie a tu alrededor, siempre te tendrás a ti mismo.
¡Que tengas un feliz fin de semana!




domingo, 2 de octubre de 2011

Los Tres Miedos Universales - publicado el 2 de Octubre del 2011

Los Tres Miedos Universales

¿Qué es el miedo? La real academia de la lengua española nos lo define de la siguiente forma: “Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”. Y aquí la palabra clave es imaginario. Entonces entendemos que los miedos son respuestas a creencias arraigadas que pueden ser, o no, reales. En la mayoría de los casos son solo prejuicios aprendidos.
Existen varios tipos de miedos y no todos son malos. Por ejemplo, el niño pequeño no tiene miedo de meter un objeto metálico dentro de un enchufe. Tiene que aprender que si lo hace, correrá el riesgo de hacerse daño al electrocutarse. O el miedo al fuego por que quema, o a los alacranes por que pican. Todos esos miedos son fundamentados en riesgos físicos, reales y latentes y siempre tienen que ser tomados en cuenta si no queremos pasar un episodio desagradable que nos puede incluso costar la vida. Existen drogas como la heroína, que precisamente anula todos los miedos y convierte al que la consume en un ser temerario. No es por casualidad que fuera distribuida entre los soldados que pelearon en Vietnam, con resultados desastrosos.
Sin embargo hay otro tipo de miedos, son los que me inmovilizan cuando quiero hacer algo que sé que es bueno para mí. Por ejemplo: “esa chica que pasa todos los días me gusta, pero tengo miedo de hablarle”, “no le pido un aumento a mi jefe porque me da miedo que se vaya a enojar”, “ya no soporto esta relación, pero me da miedo quedarme sola”, ”mi trabajo no me gusta, pero si renuncio luego que voy a hacer” , etc. Son a esos miedos a los que nos tenemos que enfrentar si queremos vencer los obstáculos que hemos construido para nosotros mismos.
Todas las creencias que causan emociones negativas, son erróneas; y todas las creencias erróneas se basan en el miedo, por lo tanto todas las emociones negativas también se basan en el miedo.
Cualquier miedo de ese tipo que experimentemos, cae dentro de una o más de estas tres categorías:
1 – Miedo al abandono;  2 – Miedo a no sentirse suficientemente bueno;  3 – Miedo a entregarse que es igual a pérdida de confianza

Todos nacemos con uno de estos tres miedos más predominante que los otros, como una de las lecciones centrales que debemos aprender y dominar en esta vida. Cualquier incidente que vivamos, independientemente de lo que sea, o de cómo surgió, está relacionado y se puede remontar a este miedo central.

Voy a continuar creando la misma clase de situaciones, me voy a mantener en un estado de juicio pensando que siempre es culpa de alguien más y seguiré considerándome una víctima, hasta que no resuelva mi propia programación de miedo y aprenda una nueva percepción de mis circunstancias. Finalmente, el miedo es sólo una máscara de mi deseo verdadero.
Existe un ejercicio muy sencillo para descubrir cuáles son mis deseos enmascarados y qué creencias erróneas causan mis miedos: Divide una hoja de papel tamaño carta, en cinco columnas.  Los títulos de las columnas de izquierda a derecha serán: 1-Miedos, 2-Deseo Enmascarado, 3-Creencias Erróneas, 4-Creencia Elegidas, 5-Verdad Máxima.

Veámoslo con un ejemplo, en la primer columna MIEDOS, hay que poner la descripción del miedo en cuestión (Tengo miedo de no ganar dinero suficiente para el sustento de mi familia). En la segunda DESEO ENMASCARADO, se escribe lo opuesto al miedo, su antídoto (Gano dinero más que suficiente para el sustento de mi familia). En la siguiente columna CREENCIAS ERRÓNEAS, haces una lista de todas las creencias que respaldan tu miedo (No hay muchos clientes por la crisis; No trabajo como debería; Si busco otro trabajo mejor, corro el riesgo de quedarme sin ninguno de los dos; Esto es lo único que se hacer, etc.). En la cuarta columna CREENCIAS ELEGIDAS, se listan las creencias que escojo a partir de ahora y se pone en formato de “Yo Soy” (Yo soy imán para atraer clientes; Yo soy un trabajador tenaz; Yo soy capaz de encontrar un mejor trabajo si me lo propongo; Yo soy apto para aprender nuevos oficios). Finalmente en la quinta columna VERDAD MÁXIMA, es donde afirmo mi verdad, mi verdadero Yo (Yo soy abundancia).

Aprende a sustituir siempre el miedo por el amor y tu vida brillará con luz propia.

¡Que tengas un feliz fin de semana!