Este sitio te permitirá acceder a los artículos de Rigo Vargas publicados en el periódico "El Sol de León", en la columna del mismo título

domingo, 26 de febrero de 2012

El Síndrome de la pistola - publicado el 26 de febrero de 2012


El síndrome de la pistola

El camino más efectivo para manifestar algo en nuestra vida, es la combinación de una idea, más un sentimiento, más una intención. El miedo es uno de los vehículos emocionales capaz de ejercer un gran poder de atracción sobre las cosas, personas o eventos que tememos, facilitando así, que nos encontremos frente a frente con aquello que nos  preocupa.

Esta condición se deriva de aquel precepto que postula: “a lo que te resistes, persiste”. Una idea que interpretamos como una amenaza potencial, tiende a ser pensada y repensada, lo que la nutre y le va dando poder, hasta convertirla en un peligro inminente. Ese es el mecanismo de las preocupaciones que atormentan nuestras vidas, a las que por cierto, deberíamos de referirnos como “pre-ocupaciones”, porque nos mantienen en un estado emocional bajo, cuando aún no se presenta eso que no queremos. “El puente se cruza hasta que se tiene enfrente”.

Hace algunos años, solía ser miembro del club cinegético de la ciudad. Practicaba el tiro como deporte, lo cual no estaba nada mal. El inconveniente era pensar que la vida era un lugar peligroso y que por ello tenía que andar armado todo el tiempo. Así interpretaba las cosas, respaldándome en el paradigma de “más vale tenerla y no necesitarla, que necesitarla y no tenerla”.

Un día, regresaba de una reunión que se había prolongado hasta altas horas de la noche y tuve que caminar por unas calles muy solas y oscuras. El miedo me empezó a invadir y los resultados no se hicieron esperar. Un grupo de asaltantes me salieron al paso y me exigieron el reloj y la cartera. Mi reacción fue ponerme en posición fetal en el piso y los bandidos me empezaron a patear con todas sus fuerzas. Saqué mi arma y sin ver, disparé hacia arriba. La detonación hizo que los tipos corrieran espantados y yo me levanté agradecido de haber tenido la pistola.

Cuando analicé lo ocurrido, me di cuenta que aquel tiro, le pudo haber costado la vida a cualquiera de mis agresores, lo que afortunadamente no pasó, y todo por defender un reloj y una cartera. Pensé para mis adentros: “¿de verdad esos objetos valen más que la vida de un ser humano?” Ese mismo día decidí vender mis armas. También llegué a comprender que el miedo que sentía, más la seudo-seguridad que la pistola me daba, me puso en la frecuencia exacta del episodio que viví.

Tengo un alumno que posee un automóvil costoso y de modelo reciente. Tiene los medios económicos para tenerlo asegurado, sin embargo él siempre me ha dicho con una firmeza envidiable: “No  aseguro mi carro, porque si lo hago, me coloco automáticamente en el supuesto de que algo malo le puede ocurrir. Prefiero vivir con la convicción de que nada malo puede pasarle”. Así tiene ya dos años y jamás le han dado siquiera un rayón a la pintura. Es impresionante.

El de él, es un caso extremo, pero posible, no obstante, tampoco es conveniente jugar a la “ruleta rusa” con la convicción que nunca nos va a tocar la bala. Las variables son tan diversas que es imposible controlarlas todas con solo una buena intención. Se trata de logra un sano equilibrio entre el poder de atracción y evitar los riegos posibles. Como dice el refrán: “Si no quieres que te toque, no te pongas en el tocadero”.

¿Cuál sería entonces la forma para evitar ese miedo que atrae lo que no quieres y que te orilla a salir con paraguas aun cuando el cielo ni siquiera está nublado? Concentrando tu atención en lo que sí quieres y dejando de darle energía a las cosas malas que te podrían ocurrir o no.

El mundo tiene todos los elementos para ser percibido como un paraíso, pero también como un infierno. Decide en cuál de los dos prefieres estar y enfoca tus intenciones, pensamientos, palabras y acciones, para que esa realidad se manifieste en tu mundo de forma cotidiana.

¡Qué tengas un excelente fin de semana!

domingo, 19 de febrero de 2012

Cuando la esperanza aniquila - publicado el 19 de enero de 2011

Cuando la esperanza aniquila

La esperanza es una cualidad maravillosa que va íntimamente ligada a las ilusiones y a los sueños. Sin embargo la esperanza tiene que convertirse en planes, acciones y estrategias para evitar que se quede inerte. Cuando esto ocurre, la esperanza es presa fácil del miedo que llega y la contamina convirtiéndola en inacción y conformismo. La iniciativa se paraliza y puede llegar a desaparecer al dejar de cultivarla.
Al entrar en ese estado, las personas no progresan pero tampoco se dan por vencidas. Los sueños se posponen indefinidamente. Aparece el miedo al éxito disfrazado de mil justificaciones. El nuevo enfoque de la esperanza infectada es esperar a que algo suceda, sin hacer nada para propiciarlo. Están seguros que les ocurrirá un milagro sin salirse de su zona de confort, sólo por el mero hecho de quererlo. No quitan “el dedo del renglón” pero tampoco siguen leyendo.

Conozco el caso de un hombre de edad avanzada que se para en las esquinas del centro de la ciudad y tiene la costumbre de saludar a todos los taxistas que pasan junto a él. Todos ellos ya lo conocen y le devuelven el saludo. En una ocasión que me tocó abordar uno y pasar cerca de él, el taxista agitó su mano y le sonrió. Le pregunté cuál era el motivo de ese ritual de saludos con todos sus colegas y fue entonces que me contó su historia.
Al parecer, muchos años antes, el señor “saludador” había estado felizmente casado. Amaba a su esposa por sobre todas las cosas. Sin embargo, un día discutieron fuertemente y el terminó la pelea marchándose hacia su trabajo. Más tarde, al regresar de sus labores, iba caminando hacia su casa y alcanzó a ver a su esposa subiéndose a un taxi que abandonó velozmente la escena. Cuando entró a su casa, encontró una carta de despedida de su mujer, y todos los efectos personales de ella ya no estaban. Lo había abandonado.

Aunque al principio la buscó, nunca más supo su paradero y la última imagen que su mente retuvo fue su esposa subiéndose a un taxi. Ahora vive con la esperanza de volver a verla a bordo de uno.  Y desde hace más de quince años, al salir de su trabajo, se va a parar a una esquina diferente para observar a los pasajeros de los taxis que pasan junto a él.
También podríamos hablar de las personas que se estancan en cualquier relación, deseando que algún día termine y encuentren algo mejor sin hacer absolutamente nada para desapegarse del estado en que actualmente se encuentran. Acostumbran pensar que la relación va a terminar porque el otro se irá algún día, ¿Cuándo? Tal vez mañana. Sin embargo, el único día que nunca llega es “mañana”, porque siempre es “hoy”.

Joan Manuel Serrat, escribió una hermosa canción llamada “Penélope”, donde narra la historia de una mujer que espera el regreso de su verdadero amor y todos los días va a la estación de trenes con la esperanza de ir a su reencuentro. Ella termina perdiendo la razón, pero ni así faltaba a su cita. Cuando su amado por fin regresa, ella no lo reconoce y le contesta con un lacónico: “Tú no eres a quien yo espero”.
La esperanza es grandiosa y mantiene vivas tus ilusiones, lo malo es que permitas que aquella espera te inmovilice y lo único que hagas es seguir deseando que aquello que quieres, ocurra. Si lo que esperas depende del acto de un tercero, sólo fluye sin depender de la voluntad de nadie, más que de la tuya propia. Si depende de un evento externo a ti, haz todo lo posible por acercarte a él, en la medida de tus posibilidades, y si no se da, continúa tu camino.

Hay veces que la vida nos enseña que es momento de cambiar el rumbo, porque nos damos cuenta que el camino que recorremos no nos va a llevar a nuestro destino. Si ese es el caso, redirige tu esperanza hacia otro puerto sin aferrarte al que decides dejar atrás.
En ninguna circunstancia permitas que tu sueño sea más grande que tú.

¡Que tengas un hermoso fin de semana!

domingo, 12 de febrero de 2012

La Cosecha Divina - publicada el 12 de febrero de 2012


La cosecha divina

Al margen de la ya tan conocida ley de atracción, que postula que aquello en lo que enfocas tu atención, eso atraerás a tu vida, existen otras leyes o principios universales, que también tienen un impacto contundente en nuestro diario vivir, ya sea que las conozcamos o no. En este caso, me refiero a la ley de vibración y a la poderosa ley de causa y efecto. 

La ley de vibración explica que toda la materia es meramente energía condensada a una vibración lenta, y que todo en el universo vibra a frecuencias sutiles que son imperceptibles para nuestros cinco sentidos. También indica que aquello que manifiestas en tu realidad, son frecuencias semejantes a aquellas que emites  desde los niveles sutiles de tu ser.

Por otra parte, tenemos la ley de causa y efecto, que postula que todo aquello que des, te será devuelto en abundancia. Esto se aplica no sólo a cosas materiales y hechos, sino también a elementos sutiles, como pensamientos, sentimientos y emociones.

Ante esta conciencia, podemos explicarnos muchas de las circunstancias que estamos viviendo, lo cual nos ayuda a cambiar todo aquello que no nos gusta, gracias al conocimiento de las causas que lo han propiciado.
Esta perspectiva, nos convierte en una especie de agricultores vivenciales, donde queda perfectamente claro que no podemos obtener algo a cambio de nada y que si queremos recibir algo, tenemos que sembrar ese “algo” primero. Con buena semilla obtendremos obligadamente buena cosecha.
Conozco varios casos de personas que no han podido realizar sus sueños, porque creen que con sólo tenerlos basta para que las circunstancias se acomoden mágicamente para ponerlos en el camino correcto de encontrarlos. La realidad es que tener un sueño no es suficiente para verlo cristalizado, también hay que ser recíprocos desde el nivel vibratorio, para así poder obtener un efecto palpable en nuestra realidad. Es como soñar con sacarnos la lotería sin comprar un billete. Tenemos que dar para recibir.

“Cuando quieres algo, todo el Universo conspira para que realices tu deseo” dice el genial Paulo Coelho, y eso es lapidariamente cierto, sin embargo, no basta con querer, también hay que ofrecer algo a cambio, y ese algo, aparte del esfuerzo evidente que se lleve a cabo en el mundo físico, es de carácter sutil. Son las vibraciones que resultan de nuestro estado emocional y de nuestra actitud hacia la vida. Si siempre estoy pensando en lo que no tengo, emanaré vibraciones de carencia y eso tendré. Si mi atención está enfocada en lo que no me gusta, tendré más de eso: “Aquello que no puedes ver, en tu casa lo has de tener”

Un amigo mío, tiene perfectamente delineado el perfil de cómo quiere que sea la pareja que se le manifieste, desde físicamente hasta emocionalmente. Incluso realizó un fotomontaje digital que puso de fondo de pantalla, donde se ve abrazando a una artista de cine que se asemeja bastante a su ideal de mujer. Hasta ahí, va bien. Sin embargo, cuando me compartió la lista de características que había definido para su futura pareja, que por cierto nunca le llegaba, encontramos que sus aspiraciones no estaban balanceadas con sus aportaciones.

Por ejemplo, menciona en su lista que quiere una mujer culta, cuando él es incapaz de leer un solo libro en todo un año; también agrega como característica que su pareja tenga una figura esbelta, y él no hace nada de ejercicio; quiere que sea fiel, cuando él no puede resistirse a las faldas que se le cruzan por enfrente.

Para poder hacer realidad nuestros sueños, tenemos que recordar que todo en el universo se mueve  a base de intercambio, no podemos recibir nada a cambio de nada, ni obtener cosechas sin plantar primero las semillas. Aprende a responsabilizarte de las vibraciones que estás emanando y comprende que mientras no hagas nada por cambiarlas, tu vida y tus circunstancias permanecerán como hasta ahora lo han hecho. Sé siempre la causa y nunca el efecto.

¡Que tengas un excelente fin de semana!

domingo, 5 de febrero de 2012

La virtualización de las relaciones humanas - publicado el 5 de febrero de 2012

La virtualización de las relaciones humanas

Nos ha tocado vivir en tiempos tecnológicamente interesantes. Las comunicaciones han evolucionado de forma exponencial, cambiando dramáticamente la rapidez y la propagación de nuestros comunicados. Sin embargo, debemos considerar que todo lo que une, separa. Las tecnologías de comunicación han venido a facilitar estar en contacto en todo momento, con las personas de nuestro círculo laboral y personal, sin embargo se ha abusado del medio, convirtiéndolo en un fin en sí mismo, teniendo como resultado que el individuo esté cada vez más aislado del contacto humano directo.

En un mundo donde todo sucede rápidamente, y cada día tenemos menos tiempo para la convivencia personal, los encuentros virtuales han llegado  a ocupar ese espacio, precisamente por su conveniencia de ser rápidos y cortos, lo cual demerita enormemente la comunicación integral en las relaciones sociales. Cada día que pasa, va quedando más en el ayer, las reuniones con amigos a contar vivencias, anécdotas, chistes, etc. Ahora la convivencia tiende a sustituirse por un frío monitor.
Otro de los efectos  indeseables de esta tecnología, es inducirnos a creer que los amigos son aquellos que se encuentran en nuestra lista de Facebook, cuando el valor de un auténtico amigo es mucho más grande que sólo el hecho de formar parte de mi directorio de contactos.

Incluso hay gente que se siente muy satisfecha de tener en su cuenta de Facebook, más de mil amigos, lo cual es absurdo, primero, porque el tiempo que tendríamos que dedicarle a cada uno para que una verdadera amistad floreciera, no nos alcanzaría con 24 horas al día, y segundo, el hecho de tener tantos “amigos” como se pueda, es sólo una influencia del ego que siempre nos aconseja: “mientras más, mejor”. Sería interesante solicitar un favor a todos los “amigos” de la lista de Facebook, para ver quien responde, no sólo con mensajes de apoyo, sino con hechos, como lo hace un verdadero amigo.
En las relaciones de interpersonales, también han surgido dos formas nuevas de comunicación, que tienen un impacto directo. La primera son los mensajes de texto en los celulares, y los emails que solo tienen efecto a nivel personal. Sin embargo, aunque la comunicación sea rápida, carece del calor humano, convirtiéndola en un intercambio informativo vacío, sin el sutil toque del corazón, lo que puede conducirnos a malas interpretaciones frecuentemente. Ante esta deficiencia, se ha recurrido al simple artilugio de los “emoticones”, pero aun así, es imposible sustituirlos por la presencia de la otra persona, porque no escuchamos su tono de voz, ni vemos sus gestos, ni la postura de su cuerpo, que también forman parte de los elementos esenciales para comunicarnos.

Por otra parte, las redes sociales como Facebook y Twitter, presentan ese mismo problema de comunicación hueca, pero esta vez haciéndolo público, donde todos mis “amigos” se enteran de toda mi vida, obra y milagros que ahí les comparto, también sujeto a malas interpretaciones. Hay algunos casos en que se ventilan secretos que dejan de serlo, en el momento que son publicados en estos medios. Conozco un caso de separación de una pareja, precisamente por esta causa.
Las redes sociales también nos quitan el derecho a olvidar. Porque posiblemente algo que diga hoy, y más tarde me arrepienta, ya habrá quedado plasmado en el ciberespacio y aunque luego me retracte o mi opinión cambie, lo que ahí quedó escrito continuará existiendo como si fuera un juez que no perdona y que no olvida.

No hay duda de que los celulares esclavizan al usuario, si él  lo permite He escuchado decir a muchas personas que cuando salen a la calle sin ellos, se sienten desnudos. También hay que considerar que la portabilidad de los mismos, permite usarlos en cualquier parte, pero al centrar la atención en ellos, se crea una especie de “autismo celular” que tiende a aislar al individuo del entorno. Es muy común ver personas con audífonos, absortas en su teléfono, en cualquier parte, acusadamente ausentes de lo que les rodea.
Considero que la forma de evitar estos problemas, en cuanto a los mensajes de texto en los celulares y los emails, es que se usen de forma breve y directa, sólo para acordar un encuentro posterior, evitando manejar asuntos emotivos en los mismos. Lo mismo para las redes sociales, que además tienen un inmenso poder para encontrar personas que de otra forma, se tendría que contratar un detective para localizarlas. Ya que el contacto se ha establecido, hay que continuarlo por una vía más directa, como el teléfono, para tener más elementos de juicio y así evitar malos entendidos.

No olvides que los seres humanos tenemos cinco sentidos, no sólo la vista, y nos comunicamos con todos ellos. Cultiva las amistades reales, porque “El que tiene un amigo, tiene un tesoro”. Procura siempre usar la tecnología para tu beneficio,  evitando que sea ésta quien te use a ti.
¡Que tengas un feliz fin de semana!