Este sitio te permitirá acceder a los artículos de Rigo Vargas publicados en el periódico "El Sol de León", en la columna del mismo título

domingo, 29 de abril de 2012

No culpes a los alacranes porque pican - publicado el 29 de abril de 2012


No culpes a los alacranes porque pican

En nuestro caminar por el sendero de la vida, a veces es imposible evitar toparnos con gente tóxica, que mantiene una actitud destructiva hacia los demás, y por supuesto, para sí mismos. Cuando convives con ellos, te preguntas cómo es posible que les vaya bien en cualquier área en la que se desempeñan, si su comportamiento es tan nocivo. Sin embargo ahí están y continúan existiendo en nuestro entorno, querámoslo o no.

Habrá ocasiones en que simplemente nos demos la media vuelta y no volvamos a verlos jamás, sin embargo hay otras en las que forman parte de nuestro ambiente laboral o familiar y la convivencia con ellos no es voluntaria sino necesaria. Nuestra tarea es aprender a lidiar e incluso a aprovechar el comportamiento de estos personajes.

Lo primero que precisamos, es reconocer cuál es la justificación que se dan ellos mismos por su forma de actuar. Esto puede ser ilustrado con la fábula de la rana y el alacrán, la cual se le atribuye a Esopo: 

“Había una vez un alacrán que estaba parado en la orilla de un estanque, con la mirada fija hacia el otro lado. Al tiempo, una verde rana, se disponía a meterse a nadar y el alacrán le habló: - Buenos días ranita, ¿me podrías ayudar a cruzar al otro lado? No sé nadar y si tú me subes en tu lomo, llegaría allá rápidamente-, la rana le contestó - ¡No, ni pensarlo! Si te llevo, lo más probable es que me piques y me cueste la vida. Así que ni lo sueñes- El alacrán la increpó – Mira ranita, entiendo que desconfíes de mí, pero considera que si te pico, nos ahogaremos los dos y no voy a poner en riesgo mi propia vida, así que puedes estar tranquila- La rana, convencida por el argumento lógico, terminó aceptando y subió al alacrán a su lomo y comenzó a nadar.

Cuando iban a la mitad del estanque el alacrán levantó la cola y hundió su aguijón envenenado en la espalda de la pobre rana, que empezó a paralizarse casi de inmediato. La rana le dijo - ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué no ves que ahora nos vamos a ahogar los dos? ¡Nunca debí haber confiado en ti!-, el alacrán le contestó –No puedo evitarlo. Es mi naturaleza.”

Este tipo de “alacranes” que nos salen al encuentro una o varias veces en la vida, necesitan portarse así, simplemente porque son congruentes con el papel de villanos que les ha tocado desempeñar, aunque conscientemente no lo sepan. Forman parte de la balanza perceptual entre el bien y el mal, y a ellos les ha tocado el papel más oscuro de la obra.

No obstante, debemos recordar que en realidad, ellos son maestros disfrazados para nosotros. Si existen en nuestro entorno, es sin duda porque hay algo que tenemos que aprender de ellos. A veces es evidente, que se nos presentan como ejemplos inversos, esto es, que nos sirven para determinar cuáles son los comportamientos que debo evitar imitar, porque por paradójico que nos parezca, terminamos haciendo aquello que aberramos. No por nada existe el refrán: “Aquello que no puedes ver, en tu casa lo has de tener”.

También sirven como reflejo, para darme cuenta qué es lo que veo en ellos que no termino de aceptar en mí, tal como lo habíamos analizado en el artículo “Tú, mi espejo”. Cuando aprendes a percibirlos de esa manera, empiezas a recibir frutos de esa preciosa enseñanza que inconscientemente te están aportando. Siempre es posible aprender de cualquier persona, pero de los “villanos” que aparecen en la escena de nuestra vida, la enseñanza es mucho mayor y más trascendental para nuestra evolución personal.

La enorme ventaja que tienen esos “alacranes” existenciales, es que son altamente predecibles. Tal como ocurre con los personajes de un libro o de una película, siempre sabemos de antemano cómo van a reaccionar en una circunstancia dada y naturalmente podemos utilizar eso a nuestro favor. Y no me refiero a manipularlos por su predictibilidad, sino aprovechar su fuerza de oposición para utilizarla a favor nuestro.

Recuerda siempre que ellos actúan por inercia y por naturaleza y tal vez en algunos casos hasta sin intención, porque ellos creen que están actuando bien. Evita a toda costa culparlos y mejor agradéceles su enseñanza, que aunque esté impregnada de veneno, no deja de ser un aprendizaje de gran valor.

¡Que tengas un maravilloso fin de semana!

domingo, 22 de abril de 2012

La odisea del águila - publicado el 22 de abril de 2012

La odisea del águila

A nadie le gusta la idea de la soledad. El hombre es un animal social por excelencia y siempre busca estar acompañado. Reza un refrán: “Llórate pobre pero nunca te llores sólo”. Sentirse solo constituye el eje impulsor de uno de los tres miedos universales: el miedo al abandono. En el artículo del mismo nombre, ya habíamos analizado que la soledad es tanto un estado físico como mental. Me puedo sentir solo en un estadio lleno de gente, o puedo sentirme muy bien acompañado con una sola persona que sea especial para mí.
Sin embargo, hay momentos en la vida donde las circunstancias nos orillan a ese temido estado sin importar si nos gusta o no y tenemos que aprender a sacarle provecho. En ese sentido, las águilas tienen mucho que enseñarnos.

El águila, depende de sus garras y de su pico para alimentarse, utilizando la ventaja que le da la perspectiva aérea para poder sorprender a sus presas, que son generalmente animales más pequeños que ella y que pueden ser cargados por los aires. Desafortunadamente, al llegar el águila a la mitad de su vida, algo tremendo le ocurre: las uñas de sus garras y el pico le crecen, pero en forma de gancho, lo que la imposibilita a seguir consiguiendo su comida de la misma forma. Las plumas de sus alas se han engrosado y pesan, dificultando cada vez más su vuelo.
Es entonces cuando se tiene que apartar de su estilo de vida normal y se va a vivir a lo alto de una montaña, donde no necesita volar, y puede alimentarse de  moras y agua. Ahí comienza el exilio forzoso del águila, y su vida se transforma dramáticamente: de ser el ave depredadora más privilegiado de todas, ahora es vulnerable y además vegetariana. Su nueva tarea es golpear su pico contra la pared hasta conseguir arrancárselo. Cuando por fin lo logra, debe esperar a que le salga uno nuevo para con él, arrancarse las uñas inservibles. Cuando las nuevas uñas salen, comienza a arrancarse las plumas engrosadas.

Después de aproximadamente medio año el águila remonta su vuelo nuevamente, renovada y transformada, lo que le da una  esperanza de vida de treinta años más, pero ahora es mucho más efectiva que antes, por toda la experiencia que ha logrado acumular y ahora con todos sus recursos rejuvenecidos.
A los seres humanos nos ocurre a veces lo mismo, sólo que en lugar de que nos crezca el pico, nuestra boca pierde el control y olvidamos el poder tan grande que tienen las palabras y los decretos sobre nosotros mismos. Las garras no nos crecen pero si la tendencia a querer poseer más, porque llegamos a confundir el “ser” con el “tener”. Y las plumas engrosadas que impiden el vuelo del águila, equivalen en nosotros a toda la basura mental que vamos acumulando a lo largo de la vida. Miedos, prejuicios y toda clase de ideas limitantes, tienen que ser arrancadas y sustituidas por otras que sean constructivas, para así poder volver a volar libres como lo hacíamos antes.

Cuando la vida te orilla a la soledad, sea física o mental, puedes optar por cualquiera de dos caminos. Uno, dejarte vencer por ese estado y quedarte ahí lamentándote de lo injusta que es la vida contigo y otro, aprovechar la oportunidad para revisar todo aquello que llevas arrastrando en tu vida y  hacer limpieza mental para lograr depurarte. Recuerda que tu historia personal no te define, sólo te explica, porque solamente tú decides que es lo que quieres cargar a cuestas a lo largo de tu existencia.
Si ahora te sientes solo, es momento de dirigir la atención hacia la persona más importante en la historia de tu vida: tú mismo. Aprende a amarte y a respetarte, porque paradójicamente así serás amado y respetado por los demás, y nunca estarás realmente solo.  Como el águila, tomarás esa nueva oportunidad para salir al mundo renovado, mucho más grande que antes. La elección depende de ti.

¡Que tengas un maravilloso fin de semana!

domingo, 15 de abril de 2012

El verdadero significado del éxito - publicado el 15 de abril de 2012


El verdadero significado del éxito

Si le pides a cualquier persona que te defina cómo es la vida de alguien exitoso, la respuesta es casi siempre la misma, sin variar demasiado en la esencia. Te dirán: “Pues mira, por ejemplo un hombre exitoso es aquel que ha logrado que su nivel económico sea tan bueno, que ya puede vivir tranquilo. Me viene a la mente Carlos Slim, Bill Gates y Donald Trumph”. Inconscientemente, la inmensa mayoría, relaciona el éxito con el dinero cuando en realidad no es así.

En el caso de las mujeres, la imagen que les es inculcada para considerarse exitosas, incluye formar una familia, con un hombre que sea “exitoso” a su vez, para que sirva de proveedor para ella y sus hijos. Afortunadamente ya hay muchas que no piensan sólo como madres, sino también como personas con derecho a realizarse en la vida, desarrollando actividades que antes eran exclusivas del mundo masculino, en las que han demostrado ser, en algunos casos, mejor que los hombres.

En realidad, hay tres tipos diferentes de éxito: el etimológico, que nos desvela que su origen viene del latín “exitus”, que significa término, fin, que más delante deriva en la definición de la palabra: “éxito es el resultado feliz de una actuación”. Aquí solamente hablamos de conseguir efectivamente algo que nos proponemos.

En segundo término está la acepción más popular de las tres. Éxito es igual a dinero. Es hasta cierto punto común, que las personas crean que tener dinero lo resuelve todo en la vida, o como dice la frase “El dinero no puede comprar la felicidad, pero sí la tranquilidad”. Nada más alejado de la realidad. En una ocasión, estaba esperando que me entregaran mi auto en un estacionamiento, y me tocó escuchar un diálogo esclarecedor. Llegó un automóvil de lujo del cual descendió un hombre que aparentemente ya era conocido por los choferes del lugar. El chofer que le tocó recoger ese auto le dijo: “No don, pos a usté que le apura la vida”, a lo que él contestó: “Mira Juanito, mientras tú estás preocupado por conseguir quinientos pesos para pagar tus deudas, yo estoy preocupado por conseguir quinientos mil pesos para pagar las mías. La diferencia son sólo ceros a la derecha, pero la dificultad es la misma”.

La tranquilidad es una actitud voluntaria que se puede efectuar con dinero y sin él. Tal vez esa sea la diferencia medular entre un rico y un pobre: el nivel de tranquilidad que saben manejar ellos mismos, sea cual sea su estatus económico. El que permanece sereno, le llega el dinero serenamente. Mi abuelo tenía una frase que me encantaba oír: “Si te preocupas, debes 10 pesos y si no te preocupas, debes 10 pesos”. Lo que mi abuelo ignoraba es que si no me preocupo, es mucho más fácil que me ponga es sintonía vibratoria y aquellos 10 pesos me lleguen más rápido y más fácilmente.

En tercer lugar, el más importante de todos y desgraciadamente el menos practicado, es el éxito desde la óptica espiritual. Éste podría ser definido como: lograr llevar a cabo el propósito de tu existencia en este plano. Tiene que ver con descubrir cuál es tu misión en la vida y llevarla a cabo. La mayoría de la gente desconoce para qué está aquí y qué es lo único que se va a llevar cuando parta hacia otro plano de existencia. Confunden sus logros económicos, su índice de productividad y su capacidad de acumular cosas, con lo único por lo que vale la pena vivir. De ahí la aceptación generalizada de la idea: éxito es dinero.

Para encontrar cuál es tu misión en la vida, necesitas darte cuenta de qué es lo que te apasiona hacer. Ese algo que harías o haces con tanto gusto que el reloj deja de existir mientras lo estás realizando, y cuando terminas, te das cuenta que han pasado varias horas sin sentirlas. Es ese algo que te llena de tanto gozo, que te hace sentir realizado y satisfecho que se vuelve el motor de tu existencia.

Cuando por fin te des cuenta de eso, (si no es que ya lo sabes), enfoca todos tus esfuerzos para tomar ese camino y verás que todo lo demás te llega por añadidura. Entonces, y sólo entonces estarás viviendo el verdadero significado del éxito.

¡Que tengas un exitoso fin de semana!

domingo, 8 de abril de 2012

La adicción al romance - publicado el 08 de abril de 2012


La adicción al romance

Cuando nos hablan de adicciones, es muy común asociarlo con drogas, alcohol, comida y sexo desenfrenado. Sin embargo, hay otro tipo de adicciones que no son tan evidentes, pero existen de igual forma. Por ejemplo la adicción a la tristeza, a la ira, a la adrenalina, a internet, etc.  En este rubro, me he topado con la curiosa adicción al romance. Es padecida más por mujeres que por hombres, pero en ambos casos el daño es el mismo. 

El adicto al romance, no concibe su vida sin tener un ser que sea objeto de su amor, sin importar si es correspondido o no, y es capaz de tolerar toda clase de malos tratos con tal de tener a quien “amar”.  Precisamente por esa característica, se involucra invariablemente en relaciones codependientes, que  terminan casi siempre en estrepitosos fracasos, en el mejor de los casos. Debido a su naturaleza, esta adicción, lleva a quien la padece a tener relaciones generalmente cortas e inestables, y una inmediatamente después de la otra. Este comportamiento se convierte en el eje motor de su existencia.

En esta adicción, existen dos tipos comunes: los activos y los pasivos. El activo es aquel que siempre deja una relación, él se encarga de terminarla, a diferencia del pasivo que es siempre a quien dejan, es invariablemente “botado”. Este último cree tener superioridad moral, por ser el que más aguanta.

El síntoma que denota que alguien es adicto al romance, es la conexión “emocional” y sexual casi instantánea con la otra persona. La entrega es inmediata, sin llegar a conocer bien al objeto de su afecto. Lo importante es estar “enamorado” sin importar las consecuencias de tal acto. 

Para entender un poco la perspectiva histórica del romanticismo, nos tenemos que remontar a las épocas donde, en las grandes cortes de los reyes, se practicaba el amor “cortés”, que era el amor por conveniencia, llevando a formar una pareja, con el único objetivo de hacer que dos reinos  se juntaran para tener más poder. Cuando esta práctica terminó, se polarizó en su opuesto, dando lugar al amor romántico que sólo se deja llevar por los sentimientos sin importar la conveniencia. 

Así nace el romanticismo que practicamos hoy en día, tan reflejado en las películas y las telenovelas, y que desafortunadamente crea un ejemplo a seguir por parte de los espectadores que se identifican con los protagonistas. Como ya lo habíamos analizado en el artículo “La supervivencia del amor, en tiempos de desamor”, si en una pareja no son convenientes el uno para el otro, el resultado sólo puede ser, o que se terminen tolerando, o que la relación acabe, llena de frustraciones y resentimientos. Me llama la atención que la gente diga, por ejemplo: “Esa mujer vale la pena”. Esto quiere decir que tengo que sufrir penas para estar con ella. ¿No sería mejor decir algo como “Esa mujer vale la dicha”?

Algunos de los adictos al romance, siempre evitan formalizar sus relaciones, por miedo a que se acabe el “idilio”, por lo tanto siempre postergan el dar el siguiente paso en la relación. Es como si quisieran que fuera un noviazgo eterno, cuando ignoran que aun casados, esto podría ser alcanzado como resultado de un esfuerzo conjunto.

Muchas personas creen que la única forma de relacionarse con el sexo opuesto es por medio de la energía sexual y por ello, no creen que pueda existir una verdadera amistad entre un hombre y una mujer, sin llegar a más. Esto es pobreza de criterio.

La diferencia entre el adicto al romance y  el enamorado, consiste en que mientras el adicto se aferra a lo que podría ser, el enamorado está en contacto con lo que realmente es. En última instancia, el enamorado tiene un poco más de conciencia, aunque generalmente también tiende a la idealización.

Estar enamorado de tu pareja es bueno en todos sentidos, pero depender de ese estado para sentirte bien, es otorgar tu poder personal a la voluntad del otro para conseguir tu bienestar. Tú ya eres un ser pleno, no la “media naranja” de nadie.

Enamórate de tu pareja, enamórate de la vida, enamórate de tus semejantes, pero por sobre todo, enamórate de ti mismo. Si te amas a ti mismo, jamás harás nada que te perjudique y pasarás de ser adicto al romance a ser amante del amor.

¡Que tengas un maravilloso fin de semana!

domingo, 1 de abril de 2012

El arte de la tolerancia - publicado el 01 de Abril de 2012


El arte de la tolerancia

Todos nos hemos topado con personas que se la pasan quejándose de todo lo que les pasa. Cuando los escucho, pareciera que la vida se ensaña con ellos de una forma especialmente cruel. Da la impresión  de que la “mala fortuna” los sigue a todas partes e intenten lo que intenten, los resultados siempre les serán adversos. Se sienten marionetas del destino. Sin embargo, no mueven un dedo para solucionarlo, y hasta pareciera que son masoquistas crónicos. Llega a convertirse en un “modus vivendi”.

Pero ¿qué hay detrás de esta condición? Normalmente, la persona que protagoniza estas “injusticias” casi siempre está recibiendo algo a cambio. Generalmente se trata de una retribución emocional que los mantiene ahí sin expectativas ni esperanza de mejorar. Es como aquel que padece alguna enfermedad crónica sin visos de aliviarse, pero a cambio recibe atención, apapachos y conmiseración de los que le rodean, que estando sano no obtendría. O el caso del empleado que soporta malos tratos de sus superiores con tal de recibir una paga quincenal que acaba costándole más cara por todo lo que tiene tolerar. O la esposa sumisa que soporta maltratos de su esposo con tal de que no la abandone.

Y también existe la otra cara de la moneda. La gente que no tolera nada que se salga de sus preconceptos y prejuicios y condena fuertemente a quienes no piensan como ellos. Tal vez por eso sea que en las reuniones hemos aprendido a no tocar temas “tabú”, para evitar herir susceptibilidades y mejor llevar “la fiesta en paz”. Normalmente nos referimos a la política y a la religión, como los dos temas tabú por excelencia. Pero, dicho sea de paso, existe un tema que es más susceptible que aquellos dos. En una reunión, trata de preguntarle a la gente: “¿Tu cuánto ganas?” y entonces verás que las reacciones se tornan de incómodas a agresivas y nadie te da una respuesta precisa. No hay nada más incuestionable que la parte de los ingresos personales.

Tanto al tolerante excesivo como al intolerante los mueve el miedo. Es un profundo miedo a que las circunstancias de su mundo cambien y no se sientan capaces de funcionar en situaciones diferentes a las actuales. En última instancia, los malos administradores de la tolerancia, se convierten en defensores aguerridos de su zona de confort, defendiéndola a cualquier precio que sea necesario pagar.

Para poder convertirnos en virtuosos de la tolerancia, tendremos que entender bien el concepto de “virtuoso”. Para estos efectos, el virtuoso es aquel que logra establecerse en el justo medio de dos extremos y permanece ahí gracias a que consigue un balance armónico entre ambos. Por ejemplo, el virtuoso de la bebida no es el abstemio que no prueba bebidas alcohólicas en absoluto, ni tampoco lo es el que cada que toma, se emborracha hasta perderse. El virtuoso de la bebida, sería aquel que sabe tomar lo suficiente para disfrutarlo sin llegar a perjudicarse de ninguna forma.

Dicho lo cual, el virtuoso de la tolerancia sería aquel que sabe sobrellevar una situación hasta el punto en que no llegue a dañar a nadie, incluyéndolo a él mismo, y que su actuación no sea motivada por el miedo. La tolerancia se transformaría entonces en compasión y serviría para entendernos y entender mejor a los que nos rodean.

En este caso, me refiero a la compasión vibratoria hacia nuestros semejantes, que es como ponernos “dentro de sus zapatos” para comprender sus motivos, acciones y reacciones y evitar caer en el juicio condenatorio, proyectando cómo reaccionaría yo mismo si estuviera en su situación. Juzgar a la ligera siempre es lo más cómodo, pero denota pobreza de espíritu.

Después de todo, en la medida que aprendemos a conocer más a nuestro prójimo y aprendemos a vibrar en su frecuencia, estamos en camino de conocernos más a nosotros mismos. No se trata de tolerar situaciones perjudiciales, ni de rechazar todo aquello que no encaja con nuestros prejuicios, se trata de lograr una compenetración con nuestros semejantes para vivir y convivir juntos, en un estado armónico.

Si aprendes a transformar la tolerancia en compasión vibratoria, tu perspectiva de la vida crecerá exponencialmente, y tu alma ascenderá vibrando al unísono con tus semejantes, que después de todo, no son más que otra parte de ti mismo.

¡Que tengas un extraordinario fin de semana!