Este sitio te permitirá acceder a los artículos de Rigo Vargas publicados en el periódico "El Sol de León", en la columna del mismo título

domingo, 26 de agosto de 2012

El culto a la juventud - publicado el 26 de Agosto de 2012

El culto a la juventud

Es interesante escuchar como se refieren a nosotros las personas que no nos conocen, y cómo nos hace sentir esa denominación, a medida que va cambiando. Cuando eres “bebé” o “nene”, todo es ternura, mimos y cuidados. Después te conviertes en “niño” y eso te hace sentir muy bien, porque empiezas a tener conciencia de ti mismo y buscas lugares, eventos y cosas para niños. Después empieza la adolescencia y te dicen “joven”, tu cuerpo manifiesta su expresión más estética como antesala para la reproducción, y a consecuencia de ello te empiezas a sentir atraído al sexo opuesto. La vida se convierte en una aventura llena de energía y disposición a probar cosas nuevas.
En ese momento, eres la promesa de una vida perfecta y estás tan lleno de potencial, que crees que no hay nada que, si te lo propones, no puedas lograr. Como dice el refrán “Se te hace chico el mar para hacer un buche de agua”.

Pero luego algo ocurre, sin previo aviso. Un buen día sales a la calle y la gente te empieza a decir “señor” o “señora” y te sorprendes tanto que te miras en el espejo y entonces te das cuenta que tu cara y tu cuerpo ya comenzaron a mostrar señales del paso del tiempo. Al principio no entiendes que sucedió, porque internamente te sientes igual que cuando eras el “joven”, y hasta llega a molestarte que se refieran así a ti.
A partir de ahí comienza una lucha causada por la resistencia a envejecer, tratando de contrarrestar los efectos del tiempo en el cuerpo. Existe toda una industria cosmética que se mantiene precisamente, gracias a ese sentimiento. Los tintes, las cremas, el ejercicio para conservar una figura juvenil, y hasta la cirugía estética se convierten en herramientas indispensables para tratar de perpetuar el estado de juventud que lenta e indefectiblemente, se va perdiendo.

Todo este panorama es causado por una valoración errónea que habita en el inconsciente colectivo: “La juventud es buena y la vejez es mala”.  Este es uno de los factores de donde nace el miedo a envejecer y todas sus consecuencias. Esta idea se mantiene debido a la percepción lógica de que un viejo está más cerca del final que un joven, lo cual se genera desde otro de los miedos más latentes en la psique, el miedo a la muerte.
Para englobar esta tendencia, se ha acuñado una palabra que resume este nuevo paradigma: “Efebismo”, que se refiere a la preferencia por los jóvenes en cualquier campo social. Su origen se remonta a la antigua Grecia, de donde proviene la palabra “Efebo”, que significa adolescente. Y a su vez, adolescente es aquel que “adolece” de algo, que carece de algo. En el otro extremo, “vejez” proviene de “vejar” que quiere decir, maltratar, molestar, perseguir. Eso pone en perspectiva la forma inconsciente en que la sociedad trata a los ancianos.

La discriminación hacia los viejos, se hace patente en la tendencia de segregarlos de todas las formas posibles. Si se tienen facilidades económicas, acaban en asilos, o si no, se les orilla a la mendicidad, y en muchos casos se les considera inútiles, improductivos y hasta estorbos. Tan es así, que el mundo está diseñado para jóvenes sin tomar ya en cuenta a los ancianos, que “al fin y al cabo ya van de salida”. No hay que olvidar la sentencia que reza, “Como te veo, me vi, y como me ves te verás”.
Es de llamar la atención, que tanto en las culturas antiguas que lograron una calidad de vida envidiable para nosotros los “civilizados”, como en las que aún se conservan estos conceptos, la vejez es apreciada y venerada como una cualidad y no como un defecto, ya que por el hecho de haber vivido más, se obtiene uno de los valores más ignorados por nuestra sociedad actual: la sabiduría. Eso queda plasmado en el conocido refrán, “Más sabe el diablo por viejo, que por diablo”.

Curiosamente, cierta parte de la juventud actual comienza a padecer enfermedades que antes eran exclusivas de los viejos, todo el día están de genio, no hacen nada, se aíslan, etc. Incluso ya se han reportado casos de Alzheimer juvenil. Ahora existen más jóvenes-viejos que nunca antes.
La juventud es maravillosa, pero es sólo una etapa de la vida, y todas las etapas tienen algo muy valioso que enseñarnos. Si creemos que el esfuerzo para ”parecer” que nos perpetuamos en una de ellas, nos va a dar las mismas ventajas que cuando teníamos la edad que queremos representar, estamos tratando de “tapar el sol con un dedo”. Después de todo, la edad es sólo la medida de tiempo que nuestra conciencia ha pasado habitando el cuerpo físico, con la única misión de aprender para evolucionar. Y en esto los ancianos tienen mucho que enseñarnos.

¡Que tengas un feliz fin de semana!

jueves, 16 de agosto de 2012

El valor de valorizar - publicado el 19 de agosto de 2012


El valor de valorizar

Normalmente, se suele medir el valor de una persona por sus logros materiales y posesiones acumuladas. El sistema económico en el que vivimos nos ha orillado a creer que el éxito en lo material, es la meta más deseable a la que podemos aspirar en la vida. Esto es una manifestación externa de aquella idea que tenemos grabada con letras de fuego en nuestra psique: “mientras más, mejor”.

Está tan arraigada en nuestro inconsciente la asociación mercantil, valor es igual a precio, que cuando alguien nos desdeña decimos que nos “despreció”, como si fuéramos un producto de supermercado al que le quitaron el precio y por ende pierde su valor. Por el contrario, cuando alguien nos quiere, decimos me “aprecia”, o sea reconoce mi precio, por lo tanto soy valioso.

Esta situación, nos ha llevado a confundir el valor de un objeto con el valor de una persona lo cual queda plasmado en la conocidísima frase: “Cuánto tienes, cuánto vales”. Esta idea se ha aceptado tanto que incluso se hacen reportajes y artículos de los cincuenta hombres más ricos del mundo. Me gustaría ver que alguna vez se hiciera un reportaje sobre los hombres más felices del mundo, o los más sabios, o los más éticos. Sería interesante ver cuántos de los más ricos podrían caber en estas otras clasificaciones. 

A este tipo de valores insustanciales, debido a que no se les puede cuantificar, se les relega, o en el peor de los casos se les confunde, al creer que sólo el que ha logrado una gran fortuna, es en consecuencia, feliz, sabio y ético. Basta con leer los titulares de los periódicos y enterarnos de los escándalos en los que se ven envueltos los ricos y los famosos, para darnos cuenta de lo contrario.
En más de una ocasión, nos quejamos de que nuestros actos o logros no son valorizados por nuestros seres queridos. No obstante, el valor de una persona, debe estar determinado por y para ella misma, y nunca definido por lo que un tercero pueda opinar. 

La forma más sencilla de aprender a valorizarnos nosotros mismos, es por reflejo. Esto es, debes aprender a ver lo valioso en los demás, para así encontrar lo tuyo propio. Por ejemplo, en una conversación, estás ansioso por hablar, porque te escuchen, porque sabes que lo que quieres decirle a la otra persona es importante e interesante. Perfecto, pero ¿Qué hay de lo que la otra persona te quiere comunicar? ¿Te interesa? ¿Te importa? ¿O sólo finges que sí con tal de que ya se calle para poder continuar hablando de lo tuyo? A veces ni siquiera la escuchas por que estás pensando en lo siguiente que le vas a decir.

No se trata sólo de aprender a escuchar, que ya es importante por sí mismo, sino de lograr establecer una compenetración completa con tu interlocutor, donde en ese instante, te permitas ver el mundo a través de sus ojos, y eso se logra evitando juzgar aquello que te está externando.

También hay que considerar los vicios de nuestro lenguaje con respecto al valor. Como ejemplo la usadísima frase. “Me vale madre”, la cual usamos para decir que algo o alguien no nos importa, en términos muy folklóricos. Esto presenta una ambigüedad para el psiquismo, porque la madre juega un papel ambivalente. En este caso es lo peor, pero al ser “mentada” es lo más puro e intocable.

Entonces, si ubicamos que mi valor sólo debe ser determinado por mí mismo y no por factores o personas externos, y que curiosamente, “valor” y “valiente”, tienen la misma raíz, entonces mi verdadero valor se hace presente ante mí, cuando me atrevo a alcanzar mis sueños. Es entonces que armarme de “valor” me auto-define como persona “valiosa” en mí mismo, sin necesidad de evaluaciones externas, que finalmente son sólo formas de calificar el valor de alguien, tal como la palabra lo indica.

Continuar en el camino que te lleva hacia la realización de tus ilusiones, implica valor y te da valor al mismo tiempo. Nunca lo abandones ni permitas que alguien te califique en ese sentido. La valorización que te des a ti mismo, es la única referencia que debes considerar. Después de todo tu eres el concursante y el juez al mismo tiempo. La responsabilidad de dar un buen desempeño y los frutos que de ello se obtengan son sólo tuyos.

¡Que tengas un maravilloso fin de semana!

domingo, 12 de agosto de 2012

El síndrome del "Atole con el Dedo" - publicado el 12 de agosto de 2012


El síndrome del “Atole con el Dedo”

Una frase que usamos los mexicanos muy frecuentemente es “dar atole con el dedo”. La Wikipedia ubica su significado como “embaucar, engañar, defraudar”, sin embargo, esa es una definición muy simplista que no alcanza a reflejar la idiosincrasia de quienes formamos parte de este país. 

“Dar atole con el dedo”, se refiere estrictamente a alguien que te da una probadita de atole, con lo que alcanza a pegarse en su dedo al sumergirlo en la bebida. Esta idea, proyectada en la vida diaria, significa que te conformas con lo poquísimo que alguien te comparte de cualquier cosa. Esto ubica al “que te da el atole” como un abusador que se aprovecha de una necesidad, y al que acepta recibirlo, como un conformista.

Sin embargo, volviendo a aludir a la sabiduría popular, existe otro refrán que dice. “No tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre”. Aplicándolo a este caso, encontraríamos que la frase resultante de ambos pensamientos sería: “No tiene la culpa el que da atole con el dedo, sino el que se lo acepta”.

Tratando de encuadrar estos comportamientos dentro de la idiosincrasia del mexicano, tenemos una frase que los explica a ambos y los mantiene vivos y operantes: “Peor es nada”. Así es, eso pensamos cuando llega alguien a darnos “atole con el dedo” y por eso nos perpetuamos en un eterno conformismo que nos inmoviliza en una zona de confort crónica.

Tanto el que da el “atole”, como el que lo recibe, tienen algún interés el uno en el otro. El primero busca que el otro siga comiendo de su mano, por lo que le da sólo una probadita, para generar en él la esperanza de que algún día reciba más. El segundo, que está en una posición de desventaja por depender del primero, lo único que persigue es que no le dejen de dar su pequeña dosis de “atole”, lo que le parece suficiente.

También hay que considerar al que se da “atole con el dedo” a sí mismo, y ese es el peor de los escenarios. Esta persona es la que siempre se conforma con poco, y por ello, sus logros son mediocres, sin embargo a él le parece más que suficiente. Como valora poco sus sueños, con cualquier mínimo resultado siente que ya lo logró y que con eso basta. Ha olvidado los propósitos de su existencia y actúa en consecuencia.

Esta filosofía del conformismo tan comúnmente aceptada, es un enemigo acérrimo de la manifestación de los sueños que deberíamos cristalizar para darle sentido a la vida. Desafortunadamente la auto-indulgencia ha pasado a formar parte del inconsciente colectivo, por lo que el primer paso para combatirlo, es estar consciente de su presencia.

En el terreno de las relaciones humanas, existe el “necesario” y el “necesitado” quienes generan una simbiosis interdependiente, pudiendo llegar fácilmente a extremos de sadismo y masoquismo, formando una relación enfermiza y con perspectivas poco halagadoras para ambas partes.

Debido a que lo similar cura lo similar, o bien, al fuego se le combate con fuego, entonces la solución a este estado de conformarse con poco, es manipular la idiosincrasia a nuestro favor, usando los refranes y dichos de uso común que la reflejan en nuestro lenguaje cotidiano.

Así que, cuando alguien te ofrezca “atole con el dedo”, no cometas el error de aquel que “ve burro y se le antoja viaje”, y no se lo recibas.  Recuerda que “Tanta culpa tiene el que mata a la vaca, como el que le detiene la pata”, evita contribuir a perpetuar al que te raciona y no cambies lo mucho por lo poco para que no te den “gato por liebre”. La zona de confort dicta que “más vale malo por conocido que bueno por conocer”, pero eso es una trampa del conformismo, no importa quien te lo dé, nunca te contentes con poco. Si llegas a resignarte a sólo lograr un pequeño resultado, te puede salir “más caro el caldo que las albóndigas”. Mantén tu dirección firme en aquello que quieres y nunca cedas tu empeño porque “el que porfía mata venado”. 

¡Que tengas un feliz fin de semana!

domingo, 5 de agosto de 2012

La auténtica función de las ilusiones - publicado el 05 de agosto de 2012

La auténtica función de las ilusiones

Hablar de ilusiones, es referirnos a aquellos sueños que queremos alcanzar y que siempre nos acompañan a lo largo del día. Las ilusiones representan las imágenes mentales de nuestro objetivo ya consumado y que de una forma u otra, es lo que nos mantiene caminando y nos da motivos y razones para seguir viviendo.
Existen dos tipos de ilusiones: aquellas que se refieren a algo que no tenemos y que nos gustaría que existiera en nuestra vida y otras que se polarizan hacia algo que tenemos y no quisiéramos que estuviera ahí. Debido a su carácter negativo, estas últimas pueden llegar a generar a una persona que cree que no tiene ilusiones sino presiones.

Las personas que creen carecer de ilusiones, sustituyen sus motivaciones para seguir adelante, por algo que es muy poderoso y toma el control de todos sus actos: el miedo. Cuando no existen metas más elevadas, el miedo se presenta en forma de pre-ocupaciones que el subconsciente utiliza para inundar los tres aspectos más sensibles de su vida, que son la economía, la salud y el amor.
Aunque es cierto que las ilusiones poseen un valor muy importante como motores de nuestro diario vivir, tampoco se trata de usarlas como el burro que camina persiguiendo la zanahoria al final de la caña. Se trata de alcanzarlas, de aprender a manifestarlas y luego sustituirlas por otras más altas.

Normalmente, se tiende a confundir la satisfacción con la felicidad, cuando son dos cosas muy diferentes. Se puede ser feliz sin estar satisfecho y a la inversa. La felicidad se encuentra en el camino que ahora andas, y la satisfacción es el sendero que va quedando a tu paso. Cuando se le usa como motivador, la insatisfacción controlada se convierte en un estado deseable que nos impulsa a seguir dirigiéndonos hacia nuestros sueños.
Soñar despierto, es una manera en que las ilusiones se nos manifiestan a lo largo del día y es un recordatorio inconsciente del lugar al que debemos dirigirnos. El sentimiento que nos producen estas “visiones” cotidianas es esencial para alcanzar su contenido. No obstante, pueden producir una especie de adicción y lograr conformarnos con ese sentimiento de “algún día lo lograré”. No es recomendable quedarse en un estado de potencialidad perpetuo. Eso nos convierte en “ilusos” y no en soñadores.

Es así, que a la chica que tiene grandes aspiraciones con su novio, dice que está tan “ilusionada” que sus ´sentimientos por aquel hombre son reales y profundos. Pero cuando las ilusiones se sitúan en los actos probables de una tercera persona, se puede convertir en “ilusión-nada” y eso da como resultado evidente que el “sentimiento” se convierta en “siento-miento”, es decir, cuando la ilusión se transforma en nada, miento sobre lo que siento.
No es casualidad que se llame ilusión al estado mental de deseo, y también son ilusiones los actos de un mago prestidigitador sobre el escenario, que no por nada se le llama “ilusionista”. A las ilusiones hay que utilizarlas como estandarte de mi proyecto de vida, no como algo que presenta una realidad tan imaginaria que produce en mí, el mismo efecto que el mago cuando saca un conejo de su sombrero, fascinación por algo que no es lo que parece.

 En última instancia, las ilusiones son el vínculo entre tú y tus metas y por eso es que es tan importante nunca perderlas de vista y siempre actuar en consecuencia. Si tus ilusiones involucran los actos de otras personas hacia ti, redirige tu curso y encáusate a lo que está a tu alcance lograr, sin depender de lo que el otro haga o deje de hacer. Una vida sin ilusiones es una vida que carece de sentido y dirección y así es muy probable extraviarse y navegar a la deriva.
Nunca dejes de mantener tus ilusiones, y cuando por fin las manifiestes en tu vida y se conviertan en hechos, sustitúyelas por otras nuevas y más altas. Después de todo, de eso se trata la vida.

¡Que tengas un maravilloso fin de semana!