Este sitio te permitirá acceder a los artículos de Rigo Vargas publicados en el periódico "El Sol de León", en la columna del mismo título

lunes, 21 de julio de 2014

Cuando Destruyes lo que Amas - Artículo Inédito


Cuando destruyes lo que amas

“Destruimos siempre aquello que más amamos

En campo abierto, o en una emboscada;

Algunos matan su amor cuando son jóvenes y otros cuando viejos

Algunos aman poco, otros demasiado

Porque todo hombre mata lo que ama

Algunos con la ligereza del cariño

Otros con la dureza de la palabra,

Los cobardes destruyen con un beso,

Los valientes destruyen con la espada.”

                                                Balada de la cárcel de Reading (fragmento) – Oscar Wilde

 Parece una incongruencia decir que se destruye aquello que más se ama. Y aún más incongruente es tratar de entender que después de la destrucción, el amor de quien ha empuñado la espada para destruir, subsista hacia lo amado. Las expectativas del amor son que edifica, purifica y sublima. ¿Cómo puede entonces el amor dar pie a esa catástrofe?
 
En la sabiduría popular se encuentra un refrán que reza: “Del amor al odio existe un solo paso”, y al margen de eso, la vida cotidiana nos muestra cada día rupturas incomprensibles dónde la destrucción de las relaciones se genera desde una perspectiva personal aparentemente contradictoria, de sentir amor y actuar con “odio”.

Detrás de todo esto, está el enemigo de siempre que vive entre las sombras de nuestra psique y tiene en su haber cientos de trampas y artimañas para hacernos actuar incomprensiblemente. Se trata de nuestro diabólico “ego” que es especialista en mantenernos en nuestra zona de confort y todo lo que le amenace con salir de ahí, es atacado ferozmente, con miles de razonamientos y riesgos imaginarios.
Para poder comprender su actuación, recordemos que el motor de su funcionamiento es el miedo, que en casos como este tiene varios ángulos de los que se vale para sembrarlo diligentemente en nuestros pensamientos.

Por una parte, el ego tiene miedo a crecer, porque si crece, madura y si madura, se acerca peligrosamente a la muerte. Al ego le interesa que sigamos en un estado infantil, aunque creamos que somos muy maduros, pero basta que nos pongan contra las cuerdas, para que se manifieste con toda su fuerza y nos convirtamos en infantes por unos momentos. La mejor evidencia de esto es ver a las personas que nos rodean cuando enfrentan algo que identifican como ataque. Las reacciones alteradas, son tal cual, las de niños furiosos.
Eso no debería extrañarnos ya que se sabe que el ego tiene la edad  equivalente a un niño de 7 años como máximo.

El amor es sin duda una vía de crecimiento y maduración, por eso el ego le tiene tanto miedo y reacciona ante eso con actitudes de rechazo y siempre tratando de convencernos de volver al estado anterior, dónde no teníamos esos problemas. Eso es la base de los celos infundados, donde necesito ubicar al ser amado en escenas imaginarias de infidelidad, para poder justificar mi comportamiento, cuando lo único que estoy haciendo es escuchar la voz del enemigo interno que a toda costa me quiere evitar crecer.
Por otra parte, y visto desde una perspectiva más espiritual, el amor acerca a la divinidad, mientras que al ego le gusta permanecer en lo mundano. El ego intuye que la presencia de la divinidad en el ser, lo disolverá indefectiblemente, por lo que se va a defender con todo lo que pueda y hará lo necesario por alejarse de aquello que amenaza su supervivencia.

Entender esas dos posturas de miedos, es entender la reacción contradictoria de alguien, que a pesar de seguir amando, destruye lo que más ama, como sabiamente indica Oscar Wilde en el fragmento de poema que aparece al principio de este artículo.
Queda entonces la interrogante de qué camino debemos tomar ante una situación similar. La respuesta es aquello que desde hace muchos siglos, los grandes maestros de la humanidad nos han indicado que hay que hacer: vaciarnos del ego y actuar desde nuestra propia divinidad. Dirigirnos hacia el camino interno que nos permite descubrir lo que realmente somos, y no lo que otros nos han querido inculcar.
En la medida que logremos evitar que “eso” se posesione de nuestros actos, conseguiremos no sólo dejar de reaccionar puerilmente ante aquello que creemos que nos amenaza, sino que también adoptaremos una postura absolutamente madura, constructiva y edificante ante toda eventualidad.

Seguir rigiéndonos por los consejos del ego, es seguir actuando al niño eterno, caprichoso y sin padre, que como todo niño “emberrinchado”, hace lo que se le ocurre sin considerar las consecuencias de sus actos. No obstante, al sufrir los efectos de su comportamiento, se esconde como buen niño, dejando al ser maduro solo, desconcertado y sin comprender por qué recibe  lo que recibe.

Si no quieres llegar a destruir aquello que más amas, entonces desoye los consejos de ese niño berrinchudo que todos llevamos dentro, y como un adulto maduro, reacciona con entereza, racionalidad y corazón, sin dejarte llevar por las emociones del momento, si no quieres acabar con el alejamiento de todos tus seres queridos, viviendo sólo en compañía de ese peligroso niño que te pone a sus pies y a su servicio.