Cuando destruyes lo que amas
“Destruimos siempre aquello que más
amamos
En campo abierto, o en una emboscada;
Algunos matan su amor cuando son
jóvenes y otros cuando viejos
Algunos aman poco, otros demasiado
Porque todo hombre mata lo que ama
Algunos con la ligereza del cariño
Otros con la dureza de la palabra,
Los cobardes destruyen con un beso,
Los valientes destruyen con la
espada.”
Balada
de la cárcel de Reading (fragmento) – Oscar Wilde
Detrás de
todo esto, está el enemigo de siempre que vive entre las sombras de nuestra
psique y tiene en su haber cientos de trampas y artimañas para hacernos actuar
incomprensiblemente. Se trata de nuestro diabólico “ego” que es especialista en
mantenernos en nuestra zona de confort y todo lo que le amenace con salir de
ahí, es atacado ferozmente, con miles de razonamientos y riesgos imaginarios.
Para poder
comprender su actuación, recordemos que el motor de su funcionamiento es el
miedo, que en casos como este tiene varios ángulos de los que se vale para
sembrarlo diligentemente en nuestros pensamientos.
Por una
parte, el ego tiene miedo a crecer, porque si crece, madura y si madura, se
acerca peligrosamente a la muerte. Al ego le interesa que sigamos en un estado
infantil, aunque creamos que somos muy maduros, pero basta que nos pongan
contra las cuerdas, para que se manifieste con toda su fuerza y nos convirtamos
en infantes por unos momentos. La mejor evidencia de esto es ver a las personas
que nos rodean cuando enfrentan algo que identifican como ataque. Las
reacciones alteradas, son tal cual, las de niños furiosos.
Eso no
debería extrañarnos ya que se sabe que el ego tiene la edad equivalente a un niño de 7 años como máximo.
El amor es
sin duda una vía de crecimiento y maduración, por eso el ego le tiene tanto
miedo y reacciona ante eso con actitudes de rechazo y siempre tratando de
convencernos de volver al estado anterior, dónde no teníamos esos problemas.
Eso es la base de los celos infundados, donde necesito ubicar al ser amado en
escenas imaginarias de infidelidad, para poder justificar mi comportamiento,
cuando lo único que estoy haciendo es escuchar la voz del enemigo interno que a
toda costa me quiere evitar crecer.
Por otra
parte, y visto desde una perspectiva más espiritual, el amor acerca a la
divinidad, mientras que al ego le gusta permanecer en lo mundano. El ego intuye
que la presencia de la divinidad en el ser, lo disolverá indefectiblemente, por
lo que se va a defender con todo lo que pueda y hará lo necesario por alejarse
de aquello que amenaza su supervivencia.
Entender
esas dos posturas de miedos, es entender la reacción contradictoria de
alguien, que a pesar de seguir amando, destruye lo que más ama, como sabiamente
indica Oscar Wilde en el fragmento de poema que aparece al principio de este
artículo.
Queda
entonces la interrogante de qué camino debemos tomar ante una situación
similar. La respuesta es aquello que desde hace muchos siglos, los grandes
maestros de la humanidad nos han indicado que hay que hacer: vaciarnos del ego
y actuar desde nuestra propia divinidad. Dirigirnos hacia el camino interno que
nos permite descubrir lo que realmente somos, y no lo que otros nos han querido
inculcar.
En la medida
que logremos evitar que “eso” se posesione de nuestros actos, conseguiremos no
sólo dejar de reaccionar puerilmente ante aquello que creemos que nos amenaza,
sino que también adoptaremos una postura absolutamente madura, constructiva y
edificante ante toda eventualidad.Seguir rigiéndonos por los consejos del ego, es seguir actuando al niño eterno, caprichoso y sin padre, que como todo niño “emberrinchado”, hace lo que se le ocurre sin considerar las consecuencias de sus actos. No obstante, al sufrir los efectos de su comportamiento, se esconde como buen niño, dejando al ser maduro solo, desconcertado y sin comprender por qué recibe lo que recibe.
Si no quieres llegar a destruir aquello que más amas, entonces desoye los consejos de ese niño berrinchudo que todos llevamos dentro, y como un adulto maduro, reacciona con entereza, racionalidad y corazón, sin dejarte llevar por las emociones del momento, si no quieres acabar con el alejamiento de todos tus seres queridos, viviendo sólo en compañía de ese peligroso niño que te pone a sus pies y a su servicio.