Crónicas de un maestro inesperado.
Richard Martín habla
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Sin embargo,
algo extraño ocurrió durante nuestra visita: Richard vio o sintió algo
en nosotros y súbitamente su charla se tornó en una diferencial reflexión sobre
filosofía de la vida y principios espirituales, que muy apasionadamente nos compartió.
Su horario de consulta matutino, termina a la 1 p.m. pero eran ya las tres de
la tarde y las interesantísimas analogías y lecciones seguían brotando, como si
nada.
Desafortunadamente,
el tiempo se nos vino encima y tuvimos que retirarnos, pero en orden de honrar
aquello tan valioso que nos compartió y preservarlo para quién le pueda servir,
me di a la tarea de elaborar esta pequeña reseña de aquella charla que tuvimos
el privilegio de escuchar. Espero que te sirva tanto como a nosotros.
La Analogía
de la alberca: Cuando
no hay viento, una alberca está en paz. Puede estar vacía y llena al mismo
tiempo. Esto ocurre porque a pesar de estar llena de agua, está vacía de peces
o personas que nadan en ella. Si en esas condiciones me acerco a la superficie de la misma, encontraré
que es similar a un espejo y es en ese momento que puedo ver con claridad, mi
imagen reflejada. Por el contrario, si la alberca está en movimiento por el
viento y alguna persona está nadando ahí, entonces mi imagen no podrá
reflejarse, debido a la tribulación que presenta.
Al igual que
la alberca, para poder conocerme, necesito estar en paz, y un camino hacia eso
es la meditación: aquietar los pensamientos y la tribulación de la mente y así
poder conocer a mí yo verdadero. Si permaneces en un estado constante de actividad,
por tu trabajo o tus ocupaciones, y no te das tiempo para estar en comunión contigo
mismo, tal vez nunca llegues a saber quién eres en realidad y confundas tu
verdadera esencia divina con el personaje que interpretas día a día. Vacíate de "rumia mental" y llénate de
paz.
La
montaña: Cuando veo
una montaña a lo lejos y me propongo escalarla, entenderé que aquello que me
separa de la cima es espacio, y en orden de poder recorrerlo, necesito tiempo. Entiendo
entonces que el concepto de espacio y tiempo, no están separados, sino que
representan una unidad.
Una vez que
he tomado la decisión de hacerlo, tendré que pasar valles, cruzar ríos, abrirme
paso entre la maleza… y si no dejo de dirigirme hacia mi objetivo,
eventualmente llegaré. Pero cuando esté en la cima, me daré cuenta de que lo
único que necesité para cubrir la distancia fue tiempo, y por supuesto, los
tres factores que tendré que poner en juego para lograr cualquier cosa que me
proponga en la vida: Paciencia, para
no dejarme vencer por la espera, Perseverancia,
para que la justificación no me derrote y finalmente Persistencia, para que las circunstancias del camino no me frenen.
Los zapatos forzados:
Imagina a una mujer que calza del 5. Un día, caminando por un centro comercial,
descubre unos hermosos zapatos que le fascinan. Sin pensarlo, entra en la
tienda y pide al dependiente que se los muestre. Él regresa de la bodega con
una mueca de angustia, porque resulta que sólo tiene del número 4 ½. En ese
modelo, no llega hasta el 5. Ella le pide que se los muestre de todas maneras.
Al probárselos, se da cuenta que le aprietan, pero están tan bonitos y se le
ven tan bien que decide llevárselos aun así.
Un día, la
mujer es invitada a una fiesta, a la cual decide llevarse aquellos hermosos
zapatos, pero durante su estancia ahí, pasa una de las peores noches porque sus
pies están siendo inmisericordemente castigados por la presión excesiva de esos
zapatos que tan bien se le ven.
Cuando te
empeñas en no hacer aquello para lo que te encarnaste, sino lo que los otros
(padres, hermanos, maestros, sacerdotes, amigos, etc.) han escogido para ti, es
exactamente como si usaras zapatos que no son de tu medida. Tal vez tengas
notoriedad, fama y dinero, pero nada de eso sirve para cumplir tu misión en la
vida, que está delineada en tus aptitudes, brillos y miedos. Al nacer, traes la
información genética precisa que dicta que punto calzarás y para qué eres bueno
en esta vida. Descubrir tu propósito, no es tan diferente de averiguar la
medida de tu calzado, porque si compras de un punto diferente al tuyo, te
molestará lo mismo que si no te dedicas a hacer lo que viniste a hacer a este
plano. Usar el punto exacto de calzado, otorga la misma paz a mis pies que
entregarme a mi misión personal. Después de todo, y como decía sabiamente
Lao-Tsé: “Si te dedicas a hacer lo que te gusta, nunca más trabajarás en tu
vida”
El origen
del patito feo: Todos
conocemos aquél cuento infantil del huevo de cisne que se pierde y es empollado
por una pata en su nido. Al nacer el pequeño cisne, se veía diferente de sus
hermanos patitos, por lo que es despreciado y relegado, hasta que crece y se
convierte en un magnífico cisne, que en realidad siempre fue, sólo que no se
había dado cuenta, debido a sus circunstancias.
Esa bella
fábula de Hans Christian Andersen, y que fue publicada en 1843, encierra
grandes enseñanzas sobre la autoestima. Lo interesante es que su autor se
inspiró en él mismo para escribirla. El Sr. Andersen era un hombre de aspecto
muy grotesco. La gente le rehuía y evitaba a toda costa estar cerca de él.
Sintiéndose
despreciado, en algún momento de su solitaria vida, descubrió que tenía un don
innato para contar historias a los niños que lo esperaban gustosos para
escucharlo. Al descubrir su brillo, descubrió su valor y de esa forma dejó de
ser “el patito feo”.
En algún
momento de nuestras vidas, todos nos hemos sentido ese “patito feo”, porque no
cumplimos los requisitos que otros nos han impuesto que debemos ser. Si
encontramos nuestro brillo personal, nuestras cualidades innatas, aquello que
podríamos hacer por horas y horas sin sentirlo, entonces y sólo entonces nos
convertiremos en ese bello cisne que vive encerrado dentro de nosotros.
La rama
del árbol y el gato:
En una ocasión, un gato era perseguido por una jauría de perros. Desesperado el
pobre felino, trepó como pudo a un pequeño árbol, que tenía la forma de una
caña de pescar: era poco grueso de la parte baja, tronco y raíz, pero se iba
haciendo cada vez más delgado hacia la punta. El gato se refugió en una de las
ramas centrales del árbol, donde se sentía a salvo de sus perseguidores
caninos. Los perros, sintiéndose burlados, le ladraban cada vez más agresivamente.
Esto provocó tanto miedo en el pobre gato, que decidió subir más hasta llegar a
la punta del árbol, donde seguramente se sentiría más protegido.
Sin embargo,
al llegar a la punta que era muy delgada, el arbolito se dobló con el peso del
gato, quedando al ras del suelo y al alcance de sus perseguidores, que inmediatamente
aprovecharon el descuido y se abalanzaron sobre él, despedazándolo casi al
instante.
En la vida
hay que saber situarse en la rama correcta que representa el justo medio, pues como
dice el refrán: “ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”.
Si pretendes ir más allá de tu punto de equilibrio, entonces tienes el riesgo
de que, tal como al gato, seas devorado por aquello que tratabas de evitar, y
por ende, tu solución se convierta en problema, y al final acabes peor
que como estabas al principio. Después de todo, el virtuoso es aquel que logra
ubicarse en el punto medio exacto de cualquier cosa, sin desviarse a los
extremos.
La
relatividad del peso de lo que cargas: Visualiza un objeto pequeño, que quepa en la planta de tu
mano. Puede ser cualquier cosa como una naranja, un bolígrafo o un pequeño
florero. Si tomas ese objeto entre tus manos, te darás cuenta que es sumamente
ligero y por tanto, cargarlo no representa un desafío para ti. Lo haces con
toda naturalidad. No obstante, si ese mismo objeto, lo pones en tu palma
abierta y con el brazo estirado, ¿Cuánto tiempo podrías sostener su peso de esa
forma? Te animo a que pruebes. La fuerza de tu brazo al estirarse más el peso
del objeto en tu palma, no te permitirá aguantar mucho tiempo y terminarás rindiéndote.
Y aquel objeto pequeño lo percibirás tan extraordinariamente pesado, como nunca
lo hubieras imaginado.
En la vida
las cosas funcionan exactamente igual. ¿Por qué hay cosas que a algunas
personas se les hacen tan extraordinariamente difíciles de sobrellevar, cuando
a otras parece no costarles trabajo? Dependiendo del ángulo en el que decidas
percibirlas, así será la carga ligera o pesada que manifiestes en tu existencia.
La falla
del maestro: En una
ocasión, un maestro tibetano le enseñaba a un alumno sus habilidades para tirar
con arco y flecha. Su puntería era asombrosa, pues no erraba una sola vez al
blanco. En seguida, le pidió a su pupilo que le vendara los ojos. Cuando el
maestro intentó acertar, el esfuerzo fue totalmente nulo. Ni una flecha había caído
siquiera cerca del objetivo. El alumno anunció aquello con una cierta ironía en
el tono de su voz, a lo que el maestro le contestó: “Si tus ojos no pueden ver
hacia dónde estás tirando, es muy posible que nunca aciertes a tus objetivos,
tanto si no utilizas tus ojos físicos, como el ojo de tu mente, siendo éste el
que más importa cuando quieres lograr algo. Siempre visualiza lo que quieres antes
de dirigirte hacia eso. En aquello que se concentra el ojo de tu mente,
eventualmente será aquello que verán tus ojos físicos”.
En
Resumen: Cultiva la
paz interior para conocerte a ti mismo. Meditar es una forma de hacerlo. Es
importante saber quién eres realmente, más allá de los roles, géneros y
ocupaciones, para que así puedas llevar a cabo tu misión personal en este
plano. No importa la apariencia que tengas, sino que tu desempeño sea
congruente con aquella misión.
Cualquier
cosa que quieras lograr en la vida, primero tiene que ser visualizada en la
mente, para poder manifestarla en lo denso. Es también muy importante recordar
que hay tres actitudes necesarias para manifestar tus propósitos: Paciencia,
Persistencia y Perseverancia. Aprende a cargar aquello que quieras llevar contigo, es sólo cuestión de cómo decides percibirlo.
En cuanto
tus objetivos sean alcanzados, entonces mantente ubicado en un punto de equilibrio
que no se desfase de aquello que siempre anhelaste. Más vale vivir bien y en
paz, que con muchos lujos y sin tiempo ni tranquilidad para poder disfrutarlos.