La importancia de mantener vivos tus
sueños
Suele ser
muy común que, al vivir en un mundo en el que todo son distracciones y nuestra
atención es constantemente acaparada por tanto hacia dónde mirar, perdamos la
brújula que nos orienta hacia dónde nos debemos dirigir si es que queremos darle
sentido a nuestra existencia. Llega un momento en el que trabajamos y vivimos
en “piloto automático” sin tener claro nuestro propósito de porque estamos
haciendo lo que estamos haciendo.
Tarde o
temprano todos nos enfrentaremos con la pregunta más importante que nos podemos
hacer a nosotros mismos: “¿Cuál es el propósito de mi vida?”. Algunos tienen
que esperar hasta su lecho de muerte para planteársela, otros, prefieren salir
a su encuentro, antes de que éste sea inevitable.
“Plantar un
árbol, tener un hijo y escribir un libro”, dice una popular fórmula que trata de
dar respuesta a esta interrogante. Sin embargo, esas tres recomendaciones van
más orientadas hacia la idea de “dejar huella” en este mundo antes de
retirarnos, buscando que nuestra estancia aquí, no pase desapercibida para
futuras generaciones. Ubicado de esa forma, se convierte más en una
manifestación del ego, que cualquier otra cosa. Y dicho sea de paso, hay personas
a las que los árboles se les marchitan, los hijos las abandonan y no son
capaces ni de leer un libro por año, mucho menos escribirlo, por lo que la
trascendencia prometida, se torna dudosa, en el mejor de los casos.
Personalmente,
yo creo que el propósito de nuestra vida es realizar nuestros sueños, esas
cosas que siempre has querido lograr, pero que te acabas escondiendo detrás de
los “no puedo”, “no tengo”, “no sé” o “no debo”. Los sueños son el alimento que
nutre al alma. Es muy común que a lo largo de la vida nos encontremos con su
realización frustrada, pero es necesario que sigamos soñando para mantener viva
la llama de nuestra existencia.
Cuando somos
jóvenes, estamos muy conscientes de todo aquello que queremos conquistar, pero
aún no tenemos ni la fuerza ni la entereza para hacerlo. A medida que pasa el
tiempo, adquirimos esas habilidades, pero perdemos el valor para lograrlo. Y
entonces ocurre algo muy trágico, utilizamos esas armas contra nosotros mismos
y nos convertimos en nuestro peor enemigo.
Descartamos
nuestros sueños de juventud, porque llegamos a pensar que eran tonterías
propias de la inexperiencia y que estaban fuera de lo que realmente se puede alcanzar,
desde nuestra nueva y disminuida perspectiva de adultos, siempre conscientes de
nuestras “limitaciones”.
Existen tres
síntomas que al presentarse, son signos inequívocos de que hemos abandonado el
camino hacia lograr aquellos sueños postergados indefinidamente:
La falta de
tiempo es el primero de ellos. Normalmente les afecta más a los que hacen muy
poco y siempre se están quejando que no les alcanza el tiempo para nada y su estado habitual es
estar cansados. Paradójicamente, las personas más ocupadas son las que siempre
tienen tiempo para todo.
El segundo
es un estado de perpetua certeza, nos conformamos con lo poquísimo que le
pedimos a la vida y nos sentimos que ya todo lo sabemos y que no hay nada más
que lograr. Nos conformamos con observar
de lejos a los que continúan persiguiendo sus sueños y sentimos que esa etapa
ya pasó en nuestra vida y no hay nada más que hacer.
El último
síntoma es un estado de paz sin exigencias. Nuestros logros son vivir las
pequeñas rutinas diarias y ya no se nos exige más que aquello. Nos sentimos
maduros y creemos que hemos alcanzado nuestra realización completa. Aprendemos
a habitar nuestra zona de confort perpetua. Es entonces cuando la vida
transcurre igual que cualquier tarde de un domingo. Nos asombramos cuando
alguien de nuestra generación, aún habla de querer lograr cosas nuevas en su
vida, cuando lo que en realidad ocurre es que no lo entendemos porque ya
habíamos renunciado a ese camino y no nos cabe en el juicio que, a estas
alturas, alguien siga en él.
Si optamos
por abandonar ese camino, tendremos un pequeño período de tranquilidad, que
finalmente se verá contaminado por el hedor de los sueños muertos que se
empiezan a podrir en nuestro interior. Eso nos genera un estado de incomodidad
que deriva en comportamientos agresivos
hacia quienes están en nuestro entorno y finalmente hacia nosotros mismos. De
ahí empiezan a surgir toda clase de enfermedades.
No
sentiremos derrotados y nos pesará tanto la cobardía de habernos apartado de
aquel camino, que eventualmente desearemos la muerte que nos alivie de nuestra
falta de tiempo, de nuestra certeza perpetua y
de aquella horrenda paz de las tardes de domingo.
Siempre
mantén vivos tus sueños, y por ningún motivo abandones el camino que te llevará
a su realización. Después de todo, tu vida y tu felicidad, dependen de ello.
¡Que tengas
un feliz fin de semana!
No hay comentarios:
Publicar un comentario