Es de lo más
común, encontrarnos con situaciones ante las que es mucho más fácil resolverlas
con un rápido y aparentemente inocuo “Si”, que optar por ser congruentes con lo
que en el interior nos dicta que es indudablemente un “No”. Y tal como la frase
inicial nos advierte, optar por esa alternativa, es un mecanismo para
“encontrarnos” reflejados a nosotros mismos, en esas acciones automáticas.
Nos
encontrarnos con la incongruencia interna, que reflejada afuera, se convierte
en una palabra o una promesa que nunca vamos a cumplir, porque esa era la idea
que inicialmente enmascaramos con el inocente “Si”. Desafortunadamente, el
hecho de optar por esta opción, produce un efecto contraproducente en los que
me rodean. Si les otorgo no-sinceridad, obtengo un comportamiento de
desconfianza, de no-confianza, o sea, “sin fianza” que avale mi palabra, por lo
que su valor se deprecia hasta casi desaparecer.
Esta
ligereza que aparece al no cumplir con la palabra dada, es causada, entre otras
cosas, por nuestro sistema legal, donde todo es escrito y la palabra pierde su
peso como sustento de lo pactado. “Papelito habla”, esgrimimos como argumento
para desmerecer lo que tendría que tener más valor y es todo lo contrario.
No hace
mucho, me tocó escuchar una discusión donde a alguien le reclamaban la falta de
congruencia entre sus actos y su palabra, con la siguiente frase: “Tú no tienes
palabra”. Para mi sorpresa el interpelado le contestó: “las palabras se las
lleva el viento, ¿dónde tienes un papel firmado por mí?”
Y es que,
precisamente, algo que se habría solucionado con un “No” a tiempo, se convirtió
en un “Sí” con efecto de bola de nieve, que a medida que avanza se va
convirtiendo en arrolladoramente difícil de controlar, hasta llegar al punto en
que desemboca en un problema mucho más grande.
Una de las
formas más comunes de usar esta errónea opción, es para salir rápidamente de un
compromiso o situación a la que sería más fácil negarse desde un principio.
Hacer esto genera, precisamente “salir” de aquello, sacar mi presencia en
eso, separándome con un “Si” de por
medio.
En última
instancia, este comportamiento se sustenta en la apreciación errónea de que
mentir no trae consecuencias y al fin y al cabo son “mentirillas piadosas”,
como si fuera por piedad que nos permitimos mentir. No hay piedad en la
mentira, sólo consecuencias adversas. “Men-tir” es una manifestación oscura de
la “men-te”, que le cuesta admitir la verdad por temor a no poder lidiar con
los resultados que se obtendrían siendo honestos.
Cuando
incurro en esta falla, estoy tratando de “tapar el sol con un dedo”, porque no
me permito exponer mi verdadera postura y mi reacción al negarla, en última
instancia, me niega a mi mismo.
Cuando
decimos “No”, tememos mostrarnos como personas desagradables y eso nos orilla a
ser autocomplacientes con los demás, diciendo siempre “Si”. Existe un pequeño
factor que agregado a la negación, permite que sea más amable la respuesta.
“No, GRACIAS”, o “No PUEDO”. Y si a eso se le agrega una sonrisa, el efecto
será completamente benigno para ambas partes.
Y no se
trata de negarse a todo ni tampoco de aceptar cualquier cosa, se trata de ser
congruentes con lo que realmente queremos hacer y expresarlo de manera natural,
de tal forma que nos convirtamos en personas confiables y honestas que damos el
justo valor a la palabra.
De hoy en
adelante, cuando te veas tentado a decir “Si”, pero en tu interior ruge un categórico “No”,
permítele expresarse y extérnalo sin miedo, tomando en cuenta lo que te
gustaría que te dijeran a ti si la situación fuera al contrario.
¡Que tengas
un feliz fin de semana!
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