El amor y el deseo
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Lo primero
es ubicar si el amor es causa del deseo o el deseo es causa del amor. Existen
muchas opiniones al respecto y todas son valiosas. Sin embargo, con el afán de
contribuir a dar más luz sobre el tema, tendremos que re-formular nuestros
propios conceptos al respecto.
El deseo es
lo primero que aparece, porque se trata de una respuesta fisiológica ante un
estímulo sensorial que induce al contacto íntimo con la persona que es la
fuente del mismo. Se le llama “objeto de deseo”, porque como la palabra lo
indica, el deseo actuando como motor único de mis actos, degrada al grado de
“objeto” a la persona en cuestión.
El amor, que
puede aparecer, antes, nunca o después del deseo, implica un grado de
compenetración y entrega mucho más profundo, donde dos seres afines se conjugan
para compartir la vida en todos los aspectos posibles, generando una resultante
que los combina, los fortifica y los expande para lograr el doble de metas, que
si lo hicieran cada quien por su cuenta.
Sin embargo
es común no distinguir la diferencia entre el amor y el deseo, por que casi
siempre comienzan naciendo de la misma fuente. Incluso, es muy frecuente
escuchar a personas decir que están confundidas, porque no saben si es amor o
deseo lo que sienten por alguien. Ambos sentimientos son independientes, pero
no mutuamente excluyentes. Puede existir, el uno sin el otro, sin condicionarse
entre sí.
Dado que el
deseo siempre se atribuye a instintos perversamente ubicados como “bajos”, la
idea del amor romántico plantea que para poder desear a alguien, primero hay
que amarlo, para así lograr enaltecer aquellos “bajos instintos” y eliminar la
culpabilidad que éstos producen enmascarándolos con el amor que se dice sentir.
Desafortunadamente,
es altamente común que al estar en una relación, se ame a una persona y se
desee a otra. Tan es así, que esa es justamente la razón por la que la
infidelidad se ha vuelto el pan de cada día, provocando con ello la separación
eventual de las parejas, por estar dividida su atención en dos o más personas
diferentes. Esto se debe a que todo lo que une, separa. Si el deseo me llevó
hacia una persona, es ese mismo deseo el que me aleja de ella para volcarse
sobre alguien más.
La parte
animal en nosotros nos indica a quién desear, pero la parte humana y racional
nos revela a quién hay que amar. Normalmente creemos que tanto el amor como el
deseo es algo que “nos sucede” y de lo que no tenemos forma de dirigir o
encausar. Este pensamiento es provocado por la aceptación generalizada del amor
“romántico” del que ya habíamos hablado en el artículo “La supervivencia del
amor en tiempos de desamor”. La realidad es que si es posible elegir a quien
amar y a quien desear, y por tanto dependerá sólo de nosotros mismos hacer que
ambas fuerzas converjan en un mismo punto.
El sólo
hecho de saber que esto es posible, arroja una luz de esperanza sobre las
tremendamente frágiles relaciones de pareja que hoy en día se separan a la
menor provocación, pero como siempre, no hay resultados valiosos que no
impliquen esfuerzos de las partes involucradas.
Si aprendes
a amar lo que deseas y a desear lo que amas, tu relación tendrá un auge
emocional, como la que se suele tener en los principios, cuando el amor y el
deseo van ineludiblemente ligados a la misma persona.
¡Que tengas
un hermoso fin de semana!
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