Hablar de
ilusiones, es referirnos a aquellos sueños que queremos alcanzar y que siempre
nos acompañan a lo largo del día. Las ilusiones representan las imágenes
mentales de nuestro objetivo ya consumado y que de una forma u otra, es lo que
nos mantiene caminando y nos da motivos y razones para seguir viviendo.
Existen dos
tipos de ilusiones: aquellas que se refieren a algo que no tenemos y que nos
gustaría que existiera en nuestra vida y otras que se polarizan hacia algo que
tenemos y no quisiéramos que estuviera ahí. Debido a su carácter negativo,
estas últimas pueden llegar a generar a una persona que cree que no tiene
ilusiones sino presiones.
Las personas
que creen carecer de ilusiones, sustituyen sus motivaciones para seguir
adelante, por algo que es muy poderoso y toma el control de todos sus actos: el
miedo. Cuando no existen metas más elevadas, el miedo se presenta en forma de
pre-ocupaciones que el subconsciente utiliza para inundar los tres aspectos más
sensibles de su vida, que son la economía, la salud y el amor.
Aunque es
cierto que las ilusiones poseen un valor muy importante como motores de nuestro
diario vivir, tampoco se trata de usarlas como el burro que camina persiguiendo
la zanahoria al final de la caña. Se trata de alcanzarlas, de aprender a
manifestarlas y luego sustituirlas por otras más altas.
Normalmente,
se tiende a confundir la satisfacción con la felicidad, cuando son dos cosas
muy diferentes. Se puede ser feliz sin estar satisfecho y a la inversa. La
felicidad se encuentra en el camino que ahora andas, y la satisfacción es el
sendero que va quedando a tu paso. Cuando se le usa como motivador, la
insatisfacción controlada se convierte en un estado deseable que nos impulsa a
seguir dirigiéndonos hacia nuestros sueños.
Soñar
despierto, es una manera en que las ilusiones se nos manifiestan a lo largo del
día y es un recordatorio inconsciente del lugar al que debemos dirigirnos. El
sentimiento que nos producen estas “visiones” cotidianas es esencial para
alcanzar su contenido. No obstante, pueden producir una especie de adicción y
lograr conformarnos con ese sentimiento de “algún día lo lograré”. No es
recomendable quedarse en un estado de potencialidad perpetuo. Eso nos convierte
en “ilusos” y no en soñadores.
Es así, que
a la chica que tiene grandes aspiraciones con su novio, dice que está tan “ilusionada”
que sus ´sentimientos por aquel hombre son reales y profundos. Pero cuando las
ilusiones se sitúan en los actos probables de una tercera persona, se puede
convertir en “ilusión-nada” y eso da como resultado evidente que el “sentimiento”
se convierta en “siento-miento”, es decir, cuando la ilusión se transforma en
nada, miento sobre lo que siento.
No es
casualidad que se llame ilusión al estado mental de deseo, y también son
ilusiones los actos de un mago prestidigitador sobre el escenario, que no por
nada se le llama “ilusionista”. A las ilusiones hay que utilizarlas como
estandarte de mi proyecto de vida, no como algo que presenta una realidad tan
imaginaria que produce en mí, el mismo efecto que el mago cuando saca un conejo
de su sombrero, fascinación por algo que no es lo que parece.
En última instancia, las ilusiones son el vínculo
entre tú y tus metas y por eso es que es tan importante nunca perderlas de
vista y siempre actuar en consecuencia. Si tus ilusiones involucran los actos
de otras personas hacia ti, redirige tu curso y encáusate a lo que está a tu
alcance lograr, sin depender de lo que el otro haga o deje de hacer. Una vida
sin ilusiones es una vida que carece de sentido y dirección y así es muy
probable extraviarse y navegar a la deriva.
Nunca dejes
de mantener tus ilusiones, y cuando por fin las manifiestes en tu vida y se
conviertan en hechos, sustitúyelas por otras nuevas y más altas. Después de
todo, de eso se trata la vida.
¡Que tengas
un maravilloso fin de semana!
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