Cuando la incertidumbre se hace
presente
En no pocas
ocasiones, nos toca vivir situaciones donde la incertidumbre se vuelve un
compañero constante y la falta de certeza del resultado de aquello que estamos
experimentando, parece un zopilote volando sobre nuestras cabezas, lejano pero
acechante. Ignoramos cuándo nos atacará, pero su presencia nos impide vivir en
paz el presente.
La
incertidumbre, no es más que el miedo generado por experiencias pasadas, al
enfrentar un hecho presente, que puede ser causado tanto por algo ya antes
experimentado o por estar frente a lo desconocido. La mente requiere certezas
para poder sentirse segura. No obstante, los grandes logros en la historia de
la humanidad se han llevado a cabo, precisamente pisando terreno inseguro,
arriesgándose y entregándose de lleno a la consecución de un resultado deseado.
Cuando la
mente no alcanza a vislumbrar claramente todo el camino, los miedos se hacen
presentes, tratando de frenarnos y si no los bloqueamos a tiempo, seguramente
terminan ganándonos la partida, regresándonos a nuestra zona de confort como
resultado. Cuando los miedos nos han hecho desistir de la realización de
nuestros sueños, se erigen victoriosos regodeándose en las profecías
autocumplidas, de las que ya habíamos hablado en el artículo de “Sentencia Previa”.
El hecho de
no poder ver claramente el sendero no debe ser motivo para desistir, tal como
nos ocurre cuando vamos manejando en la carretera de noche con un destino
determinado: el camino no es visible más allá de veinte metros, sin embargo no
por eso dejamos de dirigirnos hacia donde nos proponemos llegar.
Cuando la
mente subconsciente toma el control de la situación, y se vale del recuerdo de
un evento pasado de resultados adversos, para frenarnos en el presente, le
llama “experiencia” para justificar el miedo a no avanzar. La “Ex–Periencia”,
tal como la palabra señala, es algo que ocurre afuera de nosotros, algo
EX-terno, que determina nuestra percepción interna. Esta postura, nos ubica como
víctimas de las circunstancias, olvidando “cómoda-mente” (dónde la mente se
siente cómoda) el poder personal que tenemos, para convertirnos en arquitectos
de nuestro propio destino.
La
experiencia como tal, debe servir para construirnos, no para frenarnos o
hacernos desistir de nuestros sueños. Tal es el caso de un examen escolar
reprobado. Si le hiciéramos caso a la “experiencia”, tal como lo hacemos en
otras áreas de la vida, nunca más trataríamos de presentar el examen
extraordinario y abandonaríamos la escuela como consecuencia de ello.
Si Tomás
Alva Edison, hubiera desistido de su afán de crear el primer foco eléctrico, la
humanidad nunca se habría visto beneficiada de tan maravilloso invento. Al
señor Edison le llevó más de mil intentos lograrlo, pero antes de eso, concedió
una entrevista donde le preguntaron si no se sentía mal por el resultado
fallido que hasta entonces había obtenido, cuando iba en el intento número 999.
Su respuesta fue contundente: “Ahora sé 999 formas de NO hacer un foco
eléctrico”.
Cualquier
cosa valiosa que llega a nuestra vida, siempre viene acompañada de varias fuerzas
que ofrecen resistencia en contra. La incertidumbre es una de ellas. En orden
de poder derrotar su mala influencia sobre nosotros, basta con recordar un
antiguo slogan comercial de una conocida marca de vinos: “Si las cosas que
valen la pena fueran fáciles, cualquiera las haría”.
El antídoto
para vencer la incertidumbre es la certeza. La “Cer-teza” viene del “ser”, del
punto de partida que genera todo lo que me rodea, por lo que la
“In-Cer-tidumbre” es la negación del “ser”. Si mi “ser” está bien alineado con
lo que quiero lograr, mis pensamientos, palabras y actuación estarán acordes
con su realización.
Todo aquello
que a ti te causa zozobra, no ha sido motivo suficiente para detener a
otros. La decisión final es tu
responsabilidad, tú decides si prefieres ponerte en sintonía vibratoria con la
incertidumbre o con la certeza, después de todo, es tu vida y tus sueños lo que
está en juego.
¡Que tengas
el mejor de los fines de semana!
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