Este sitio te permitirá acceder a los artículos de Rigo Vargas publicados en el periódico "El Sol de León", en la columna del mismo título

domingo, 23 de octubre de 2011

El Miedo a entregarse – Tercer miedo Universal - publicado el 23 de octubre de 2011

El Miedo a entregarse  – Tercer miedo Universal

Hoy concluimos el análisis de los tres miedos universales, le toca el turno tercero y final, al miedo a entregarse que es igual a la pérdida o ausencia de confianza. Este miedo se caracteriza por producir inmovilidad y no permitirme disfrutar de una relación con otra persona o conmigo mismo.
Existen dos formas de manifestarlo: Una, cuando por malas experiencias pasadas ya no quiero entregarme a nadie en una relación y lo hago con reservas, o de plano, fingiendo. Este es el “síndrome del corazón roto”. La otra es aquella donde le tengo tanto miedo al éxito que no me permito llevar a cabo lo necesario para alcanzarlo y me auto justifico de mil formas para boicotearme.

La gran mayoría de las canciones románticas hablan de corazones rotos y palabras más, palabras menos, se expresan en estos términos: “Tu eres la razón de mi existencia; eres el aire que respiro; sin ti no podré vivir jamás”, etc. La música es normalmente agradable pero las letras van creando un efecto hipnótico en nuestra conducta. Después de mucho escucharlas, comienzas a creer que la pareja tiene el control completo de tu felicidad, y que si decide no estar contigo, ya no tienes razones para vivir. Sea por causa de esto, o por lo que los medios de comunicación nos venden como relaciones “sanas” que casi siempre parecen más codependientes, que otra cosa, nos creamos un falso concepto de lo que debemos esperar y de cómo debemos actuar ante esa circunstancia.
El único resultado posible de otorgarle a la pareja el poder de controlar mi felicidad, es eventualmente, un corazón roto. De ahí nace ese miedo a entregarse, y es cuando nos decimos “Ya no me puedo arriesgar a que me rompan el corazón otra vez” y entramos a cualquier otra nueva relación con reservas y sin estar cien por ciento involucrados. En última instancia, es miedo de perder el control de la situación. Lo que no nos damos cuenta es que absolutamente nadie nos puede herir emocionalmente, sin nuestro consentimiento. Es cierto que pueden pasar cosas dolorosas, y el dolor es inevitable, sin embargo el sufrimiento es voluntario.

Así como hay gente que no quiere tener un perro por no sufrir el dolor de su eventual muerte, así hay personas que no se entregan por miedo a volver a sufrir un rompimiento. Terminan negándose una de las experiencias más hermosas a las que puede aspirar un ser humano en esta vida: amar y ser amado. Es cierto que el precio de una despedida es muy alto, pero bien vale la experiencia. Todo es aprendizaje para el alma. En este universo, nada permanece estático y todo cambia continuamente. Las relaciones humanas no son la excepción.
En el terreno del miedo a la entrega que tiene que ver con uno mismo, es cuando nos auto-saboteamos, sintiéndonos derrotados ante cualquier situación, sin buscar involucrarnos lo suficiente como para saber si el resultado era cierto o no. Esto ocurre porque nos damos a nosotros mismos con tantas reservas, que sabemos que no podremos  lograr el objetivo deseado. Aquí caben muy bien las “profecías auto-cumplidas”: me refiero a aquellos prejuicios que tenemos de antemano y que nos sirven para convencernos  que aquello no era posible de realizarse. Por ejemplo: “Ya sabía que la dieta no me iba a funcionar, si nunca he podido hacerlas”; “Yo no sé para qué me pongo a leer, nunca termino los libros que empiezo”,  “Todas mis relaciones terminan mal, claro, el amor no es para mí”, etc.

Para poder entregarme sin reservas, necesito permitirme contactar conmigo mismo aprendiendo a escuchar mi interior y todo lo que éste me quiere comunicar; mis anhelos, necesidades, sueños, miedos, etc. para así reconocer, vivir y experimentar mi ser de forma integral, incluyendo mi parte luminosa y mi parte oscura. La parte luminosa la constituyen todas mis virtudes y atributos, a diferencia de la parte oscura, que es todo aquello que me asusta de mí mismo y que no me gusta porque lo percibo como erróneo y malo.
Necesito reconocerme y aceptarme tal como soy, sin juzgarme, y para poder hacerlo requiero tener muy claro el concepto que tengo de mí mismo, con todo lo que considero son mis potenciales y limitaciones para amarme de forma incondicional y así poder amar a quien yo elija sin sentir el miedo a entregarme.

No hay caso en cerrar el corazón para evitar que sea lastimado, eventualmente, eso es aún peor que correr el riesgo. El corazón necesita compartir amor para funcionar adecuadamente. Sólo déjalo en libertad para que pueda lograr su fin más alto, que es amar incondicionalmente.
¡Feliz fin de semana!

No hay comentarios:

Publicar un comentario