Este sitio te permitirá acceder a los artículos de Rigo Vargas publicados en el periódico "El Sol de León", en la columna del mismo título

domingo, 15 de enero de 2012

Cuando los refranes se convierten en decretos - publicado el 15 de enero de 2012

Cuando los refranes se convierten en decretos

En nuestro lenguaje tan florido, abundan esas sentencias de uso común que llamamos refranes o dichos populares. Son omnipresentes en todas las conversaciones informales y tienen tanto poder y arraigo en el inconsciente colectivo, que son capaces de ponerle fin a una discusión sin dejar derecho a réplica.
Sin embargo, como ya lo habíamos tratado antes, las palabras tienen mucho poder sobre nuestra realidad y son capaces de ponernos en sintonía vibratoria con aquello que pronunciamos frecuentemente, y más aún, si aquello va cargado de emociones intensas. Como es el caso de los refranes que casi siempre, tienen ecos en la realidad, cuando son pronunciados con tal solemnidad y certeza como si de una frase lapidaria se tratara.

En días pasados, me encontré con una amiga que tenía algún tiempo sin ver.  A ella siempre la ha caracterizado un estado emocional tan bajo y crónico, que le ha impedido durar en sus relaciones de pareja. Cuando le pregunté al respecto, la contestación que me dio, reveló su sentir en esa parte, me dijo “…sigo sola, porque más vale sola que mal acompañada”.  Entendí que en su subconsciente sólo había dos opciones: o estaba sola, o estaba mal acompañada, siempre tendiendo a lo que “más vale”. Y todo esto salió de la mano de un refrán.
Fue en ese instante cuando me quedó claro que la repetición de ese decreto generaba en ella, la realidad que tanto condenaba. Le comenté “¿Qué pasaría si cambias tu frase de “más vale sola, que mal acompañada” por “más vale bien acompañada que sólo acompañada”?  Así cuando menos nunca vas a estar sola y tu compañía siempre tenderá a ser buena”. A ella le encantó la idea.

Aunque los refranes encierran sabiduría popular, repetirlos cómo fórmulas pueden traer consecuencias no deseadas a nuestras vidas. Por eso es muy importante razonar lo que vamos a decir antes de hacerlo. No digo que todos los refranes sean perjudiciales, solamente propongo analizar si la repetición de tal o cual “dicho” me ayuda a ser mejor persona, o en caso contrario, me inmoviliza y me sirve de pretexto para no avanzar.
Analicemos ahora algunos ejemplos:

“El que quiere azul celeste, que le cueste” – El mensaje es que la vida es difícil y para llegar a obtener algo hay que pagar un precio, aunque nos incomode hacerlo. Eso no es necesariamente cierto: la búsqueda de nuestros sueños es una recompensa en sí misma y no debe representar una cuota por pagar, sino un privilegio de vivir.
“Más vale pájaro en mano que ciento volando” – He aquí una manifestación del ego que tiende a querer poseer cualquier cosa aunque sea poco. Esto es: más vale tener algo que no tener nada. Las posesiones materiales deben ser consecuencia y no causa, nunca deben definir el comportamiento. Los apegos nunca dejan nada bueno.

“Genio y figura hasta la sepultura” – Este es uno de los pretextos más grandes para no superarse uno mismo, o para justificar a otros su incapacidad para cambiar. La  vida es dinámica, no estática, nunca permanece igual, de nosotros depende ser mejores cada día, en todos aspectos. Este pertenece a los refranes “inmovilizadores” que tienden a perpetuar un estado sin posibilidades de cambiarlo. Tal es el caso de “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, o “El que nace para maceta, del corredor no pasa”.
“Ojos que no ven, corazón que no siente” - ¿Será cierto? Bajo esa premisa ¿un ciego no sentiría? No es necesario que los ojos vean, basta con que el corazón se entere, por el medio que sea, para que el corazón sienta.

“Música pagada toca mal son” – Aquí caemos de lleno en las llamadas “profecías auto cumplidas”, tenemos tan arraigadas esas creencias que sólo estamos esperando que las condiciones se perfilen para darles sustento, cuando posiblemente sea esa expectativa la que las genera. También es el caso de “De tal palo, tal astilla” o bien, “Hijo de tigre, pintito”.
“Cuando la miseria entra por la puerta, el amor sale por la ventana” –  ¿Qué no se supone que cuando llegan los malos tiempos es cuando más debe prevalecer el amor? Ese refrán es una condena al desamor y a la dependencia del dinero para que el amor subsista.

Sin embargo existen también los que son positivos y nos transmiten enseñanzas y palabras de aliento que nos ayudan a elevar nuestra conciencia y a ser mejores personas. Por ejemplo: “Agua que no has de beber, déjala correr” – excelente receta contra los apegos;  “Barriga llena, corazón contento” – la mejor fórmula contra la depresión; “El que es buen gallo, dondequiera canta” – siempre sé la mejor versión de ti, en cualquier circunstancia; “A palabras necias, oídos sordos”; “El que se enoja pierde” -  etc. etc.

Siempre cuida tus palabras, porque ellas forman tu realidad, de ti depende que sea un paraíso o un infierno, después de todo “El pez por su boca muere”.

¡Qué tengas un excelente fin de semana!

1 comentario:

  1. Es genial...curiosamente hace unos días estaba comentando con mi mamá la cuestión de los refranes, y llegamos a la conclusión de que muchos de ellos son ciertos y muchos de ellos nosotros los hacemos ciertos... es decir, cuando nos etiquetamos en un refrán nuestra mente puede tender a rendirse a él. Es importante cuidar mucho lo que decimos puesto que los pronunciamos por costumbre y el estarlos repitiendo podemos llegar a creer que eso es lo que somos... Saludos y que tengan bonita semana!

    ResponderEliminar