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domingo, 4 de noviembre de 2012

"No me platiques más", publicado el 04 de Noviembre de 2012

No me platiques más

Hablar de celos en una relación de pareja, es referirnos a ese sentimiento de inseguridad que no nos permite disfrutar de ella, debido a que, con o sin fundamento, buscamos elementos que nos sirvan de “pruebas” para lograr convencernos de que la infidelidad puede existir en potencia o en efecto.  En cualquiera de ambos casos, el móvil que rige mi actitud es la desconfianza.
Básicamente, los celos son una manifestación de inseguridad, que polarizan mi visión de las circunstancias, para hacerlas coincidir con todas aquellas presuposiciones sobre mi pareja que me “demuestran” que estoy siendo traicionado por ella. Todo me hace suponer que su atención está enfocada mucho más hacia otras personas o circunstancias que hacia mí. Cuando los celos no son bloqueados a tiempo, pueden llegar a convertirse en un estado obsesivo y enfermizo, que devora por dentro a aquél que les permite que controlen sus actos.

Los celos están ligados a la idea de posesión, que se muestra claramente en el uso del lenguaje cuando nos referimos a la pareja: “MI esposo”, “MI novia”, “MI pareja”, etc. Y la idea de posesión está fundamentada en el primer miedo universal, que es el miedo al abandono, tal como ya lo habíamos tratado en el artículo del mismo nombre. O sea, tengo necesidad de poseer a la persona, porque si no lo hago, seguro que me abandonará para irse con alguien más y acabaré quedándome sólo como siempre.
También hay celos que se ubican fuera del tiempo de la relación actual, desplazándolos hacia el pasado y el futuro. Existe un antiguo bolero, que Vicente Garrido escribió en 1954 el cual fue posteriormente popularizado por Luis Miguel, “No me platiques más”,  que es un verdadero himno a los celos. Al estar acompañado de una muy bella melodía, la letra presenta un riesgo para la psique, que a fuerza de cantarlo repetidamente, se va adhiriendo al subconsciente generando una respuesta automática errónea, que incluso llega a considerarse una expresión de ternura: “Si tanto me cela, es que tanto me ama”. Estas son algunas estrofas del mismo:

            …Te quiero tanto que me encelo,  hasta de lo que pudo ser, y me figuro que por eso, es que yo vivo tan intranquilo…
            …Sé que has tenido horas felices, aún sin estar conmigo…

            …No me platiques ya, déjame imaginar, que no existe el pasado y que nacimos, el mismo instante, en que nos conocimos…
No obstante la sabiduría popular nos advierte que basta con cambiar el enfoque de esa postura, para entender que todo aquello es cuestión sólo de percepción: “Lo que no fue en mi año, no fue en mi daño”.

Los celos, tal como lo señalamos al principio, son un “sentí-miento”,  “siento  y miento”, esto es, me miento a mí mismo con lo que siento y actúo en consecuencia. Me convenzo tan fuertemente de que lo que presupongo es real, que llega un momento en que no me cabe ni la menor duda que mis sospechas son ciertas y doy por hecho mi drama mental.
También hay que considerar, que todo aquello que vivimos afuera, es un reflejo de lo que llevamos dentro.  La desconfianza hacia los otros es evidencia de la desconfianza hacia mí mismo. Si ni siquiera soy capaz de confiar en mí, es imposible que pueda confiar en alguien más. En última instancia, no puedo dar lo que no tengo.
Si todavía crees que los celos son una expresión tierna de amor, sería bueno que te cuestiones que tan conveniente puede ser cualquier relación, donde consideras a la desconfianza como factor de prueba del cariño de alguien hacia ti.

¡Que tengas un feliz fin de semana!

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