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domingo, 1 de abril de 2012

El arte de la tolerancia - publicado el 01 de Abril de 2012


El arte de la tolerancia

Todos nos hemos topado con personas que se la pasan quejándose de todo lo que les pasa. Cuando los escucho, pareciera que la vida se ensaña con ellos de una forma especialmente cruel. Da la impresión  de que la “mala fortuna” los sigue a todas partes e intenten lo que intenten, los resultados siempre les serán adversos. Se sienten marionetas del destino. Sin embargo, no mueven un dedo para solucionarlo, y hasta pareciera que son masoquistas crónicos. Llega a convertirse en un “modus vivendi”.

Pero ¿qué hay detrás de esta condición? Normalmente, la persona que protagoniza estas “injusticias” casi siempre está recibiendo algo a cambio. Generalmente se trata de una retribución emocional que los mantiene ahí sin expectativas ni esperanza de mejorar. Es como aquel que padece alguna enfermedad crónica sin visos de aliviarse, pero a cambio recibe atención, apapachos y conmiseración de los que le rodean, que estando sano no obtendría. O el caso del empleado que soporta malos tratos de sus superiores con tal de recibir una paga quincenal que acaba costándole más cara por todo lo que tiene tolerar. O la esposa sumisa que soporta maltratos de su esposo con tal de que no la abandone.

Y también existe la otra cara de la moneda. La gente que no tolera nada que se salga de sus preconceptos y prejuicios y condena fuertemente a quienes no piensan como ellos. Tal vez por eso sea que en las reuniones hemos aprendido a no tocar temas “tabú”, para evitar herir susceptibilidades y mejor llevar “la fiesta en paz”. Normalmente nos referimos a la política y a la religión, como los dos temas tabú por excelencia. Pero, dicho sea de paso, existe un tema que es más susceptible que aquellos dos. En una reunión, trata de preguntarle a la gente: “¿Tu cuánto ganas?” y entonces verás que las reacciones se tornan de incómodas a agresivas y nadie te da una respuesta precisa. No hay nada más incuestionable que la parte de los ingresos personales.

Tanto al tolerante excesivo como al intolerante los mueve el miedo. Es un profundo miedo a que las circunstancias de su mundo cambien y no se sientan capaces de funcionar en situaciones diferentes a las actuales. En última instancia, los malos administradores de la tolerancia, se convierten en defensores aguerridos de su zona de confort, defendiéndola a cualquier precio que sea necesario pagar.

Para poder convertirnos en virtuosos de la tolerancia, tendremos que entender bien el concepto de “virtuoso”. Para estos efectos, el virtuoso es aquel que logra establecerse en el justo medio de dos extremos y permanece ahí gracias a que consigue un balance armónico entre ambos. Por ejemplo, el virtuoso de la bebida no es el abstemio que no prueba bebidas alcohólicas en absoluto, ni tampoco lo es el que cada que toma, se emborracha hasta perderse. El virtuoso de la bebida, sería aquel que sabe tomar lo suficiente para disfrutarlo sin llegar a perjudicarse de ninguna forma.

Dicho lo cual, el virtuoso de la tolerancia sería aquel que sabe sobrellevar una situación hasta el punto en que no llegue a dañar a nadie, incluyéndolo a él mismo, y que su actuación no sea motivada por el miedo. La tolerancia se transformaría entonces en compasión y serviría para entendernos y entender mejor a los que nos rodean.

En este caso, me refiero a la compasión vibratoria hacia nuestros semejantes, que es como ponernos “dentro de sus zapatos” para comprender sus motivos, acciones y reacciones y evitar caer en el juicio condenatorio, proyectando cómo reaccionaría yo mismo si estuviera en su situación. Juzgar a la ligera siempre es lo más cómodo, pero denota pobreza de espíritu.

Después de todo, en la medida que aprendemos a conocer más a nuestro prójimo y aprendemos a vibrar en su frecuencia, estamos en camino de conocernos más a nosotros mismos. No se trata de tolerar situaciones perjudiciales, ni de rechazar todo aquello que no encaja con nuestros prejuicios, se trata de lograr una compenetración con nuestros semejantes para vivir y convivir juntos, en un estado armónico.

Si aprendes a transformar la tolerancia en compasión vibratoria, tu perspectiva de la vida crecerá exponencialmente, y tu alma ascenderá vibrando al unísono con tus semejantes, que después de todo, no son más que otra parte de ti mismo.

¡Que tengas un extraordinario fin de semana!

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