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sábado, 14 de julio de 2012

Tu propio Pepe Grillo - publicado el 15 de julio de 2012


Tu propio Pepe Grillo

En la conocidísima historia de Pinocho, aquel cuento que Carlo Collodi escribiera en 1882 y que más tarde fuera popularizado por Walt Disney en la película de 1940 del mismo nombre, un anciano llamado Geppetto, fabrica un títere de madera al que pone el nombre de Pinocho. Se encariña tanto con el muñeco, que desea con todo su corazón se convierta en un niño de verdad. El hada azul se lo concede, pero no sin antes asignarle un acompañante perpetuo, que con el pretexto de ser la voz de la conciencia de Pinocho, no se le separa ni un solo momento, supervisando todas y cada una de sus acciones con el propósito de controlar, de acuerdo a su criterio, todos los actos del muñeco.

En nuestra vida diaria, tenemos un personaje similar que habita dentro de nosotros. Es la voz de nuestros pensamientos. Se le ha llamado de diferentes formas: el ego, la voz del conocimiento, el diabólico inconsciente, etc. El hecho es que ha sido reconocido y ubicado desde la diferente perspectiva de múltiples autores y escuelas a lo largo de la historia. 

En casi todas las culturas antiguas que lo reconocen, lo identifican como algo ajeno, algo que aunque está dentro de mí, no me pertenece y por tanto, es algo de lo que necesito aprender a desligarme. Es mi propio Pepe Grillo.

A diferencia del personaje del cuento, nuestro Pepito Grillo no es solo bondad y con frecuencia se comporta de una manera aparentemente malvada. Por ejemplo, su discurso favorito es recitarte tus fallas del pasado, los “hubieras hecho esto o aquello”, y las pre-ocupaciones sobre tu futuro, creando una respuesta emocional en ti que fácilmente se convierte en culpabilidad o stress, según el caso.

Otra de sus características es que nunca para de hablar, y  hagas lo que hagas  no puedes callarlo: habla y habla y parece que su deporte favorito fuera distraerte del momento presente, tratando de llevar tu atención hacia cualquier otro lugar diferente del que ahora te encuentras, tanto en tiempo como en espacio. 

Hay veces que en lugar de hablar, canta. Pero aparentemente su repertorio es muy limitado, porque se dedica a repetir la misma canción una y otra vez, sobre todo si se trata de una melodía que no te gusta pero se te “pega” y no te la puedes sacar de la cabeza. Incluso llegas a preguntarte, “¿por qué estoy pensando todo el día en esa tonada que ni siquiera se parece a la música que me gusta?”

Es de llamar la atención que muchas personas no soportan oírlo, y es por eso que en los momentos propicios en los que se deja escuchar su susurro sutil, como al caminar, en las filas, en el transporte, etc.  prefieren distraerse con audífonos conectados a sus teléfonos o reproductores de música digital. Pero no hay escapatoria, nuestro malvado Pepe Grillo, aunque se pueda silenciar de momento, aprovechará circunstancias donde es imposible rehusarte a escucharlo, como cuando te acuestas para dormir.

Otra de las características de su vocecita, es que las ideas que maneja son siempre binarias: frío o calor, negro o blanco, arriba o abajo, adentro o afuera, amigo o enemigo, etc. Nunca términos medios, siempre polos opuestos. Por tanto, su mayor rival es la creatividad, porque ahí no tiene cabida, a menos que sirva para apoyarla.

En vista de que Pepito Grillo es un acompañante vitalicio y omnipresente, lo mejor que podemos hacer es educarlo, para que nos diga lo que queremos escuchar y no lo que a él se le antoje machacarnos. Una de las formas más simples de convertirlo en aliado es el acto de la concentración. Cuando yo estoy haciendo algo con mis cinco sentidos, al pobre no le queda más remedio que enfocarse en lo mismo y puede ser extremadamente útil. 

Otra forma de encausarlo, es cuando nos dedicamos a hacer cualquier actividad creativa, ya sea pintar, escribir, componer música, cocinar un pastel, etc. Nuestra auténtica expresión se manifiesta y obliga a nuestro grillito interno a alinearse con el propósito que persigo. Si estoy pintando me recuerda cuáles son las mezclas de colores que requiero para obtener otro; si estoy escribiendo, me recuerda palabras de mi vocabulario que puedo usar en mi artículo y su ortografía correcta, etc.

La idea es usar esa vocecita como herramienta de mi alma, de quien realmente soy, y no como gobernador de mi vida y de mis actos. Es difícil aceptar que aunque vive dentro de mí, no forma parte de lo que es mío y en la medida que aprenda a distinguir mi verdadera esencia, de sus continuas insinuaciones, seré más libre cada día. 

Después de todo, ni soy Pinocho ni tengo por qué aceptar la voz de Pepe Grillo, como si fuera la voz de los pensamientos que provienen de mi alma. Nunca serán lo mismo ni me harán sentir de la misma forma. Los de mi alma siempre me dan paz, los de Pepito Grillo, me ponen a la ofensiva o a la defensiva. La elección depende sólo de mí. 

¡Que tengas un feliz fin de semana!

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