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domingo, 8 de julio de 2012

La amistad conveniente - publicado el 08 de julio de 2012


La amistad conveniente

“Quien tiene un amigo, tiene un tesoro”

Es extraordinariamente común creer que amistad y conveniencia son dos términos opuestos, debido a que la mayoría  considera que cuando tienes un amigo que te conviene, entonces no eres verdadero amigo, sino un convenenciero. Extrañamente siempre se asocia lo conveniente con lo económico. Nada más alejado de la realidad.

Si un amigo te “con-viene”, es por que “viene-con” algo que tu precisas y que no necesariamente se tiene que referir a cuestiones monetarias. Podemos considerar como ejemplo, cuando un amigo te aporta conocimientos, compañía, consejos o simplemente tiene disposición de escucharte. 

El amigo verdadero no es el que, al verte abatido por las circunstancias, te aconseja que ya es hora de retirarte y de enfocarte en metas más pequeñas, o de plano en abandonar tu empeño. Es todo lo contrario, cuando ya casi no te quedan fuerzas para seguir, te impulsa a continuar y a no claudicar, te motiva y hasta te reta con tal de ayudarte. Jamás resolverá tus problemas por ti, pero te empujará para que tu mismo los superes.

Esto genera una conveniencia en el acto mismo de recibir aquello que nuestros amigos aportan y que nosotros les correspondemos. Sería imposible ser amigo de una persona que no tiene nada que compartirme ni yo a ella. Y en esto radica el verdadero significado de la amistad: Aunque existe un intercambio constante, no es requisito para que ésta exista.

Dicho de otra forma, la amistad se trata de dar sin esperar recibir, y recibir sin tener que dar nada a cambio. Pero el intercambio subsiste, aunque no sea el objetivo principal de esa relación y en la medida que continúe, la amistad sigue. En el momento que ya no puedo aportar nada ni recibir, el amigo sigue existiendo pero cada vez más alejado, a veces en tiempo, a veces en espacio y al final en ambos. De este modo, la convergencia se transforma eventualmente en divergencia.

La clave entonces para cultivar una amistad, es pensar en lo que mis amigos necesitan y  procurar, de acuerdo a mis capacidades, impulsarlos a que lo realicen y ayudarlos en la medida de lo posible. Si sabemos qué los hace felices, siempre trataremos de que lo obtengan, porque curiosamente, cuando ellos están contentos, nosotros también lo estamos, tanto por la satisfacción que eso nos aporta, como  porque eso facilita que las cosas que nosotros necesitamos también nos lleguen. Es simplemente ley de causa y efecto. Aquello que siembras, es lo que cosechas.

Es maravilloso darte cuenta que un amigo “es aquél que te quiere a pesar de que te conoce”. Te acepta sin tratar de cambiarte, pero no es indiferente a tus defectos. La afinidad se impone y genera esos lazos que hacen que una amistad se solidifique con el paso del tiempo. 

Un amigo es un aliado, un cómplice, un confesor y un consejero, todo a la vez. Aunque es cierto que los amigos verdaderos se cuentan con los dedos de una mano y sobran dedos, es precisamente esa particularidad la que los hace tan valiosos, por eso es tan importante cultivarlos y conservarlos. En última instancia, ellos forman parte de lo que llamamos “capital social”.

Del mismo modo, los amigos son una razón más para sentirnos agradecidos con la vida por haberlos encontrado. ¡Cuántas “casualidades” tuvieron que entramarse para que la conexión se llevara a cabo y la semilla fructificara!

Si tienes el privilegio de contar con un amigo, frecuéntalo y demuéstrale con hechos que siempre estarás a su lado en cualquier situación. Todo aquello que se comparte, si es agradable, se disfruta el doble, y si es pesado, pesa la mitad. Es cierto que los amigos son un tesoro y por eso hay que tratarlos como tal. Después de todo son ellos los que hacen que el camino que haya que recorrer, sea más luminoso y placentero.

¡Que tengas un feliz fin de semana!

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