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domingo, 30 de septiembre de 2012

El amor y el deseo - publicado el 30 de septiembre de 2012


El amor y el deseo

Uno de los aspectos que refleja el estado actual de nuestra sociedad, es la separación que existe entre el amor y el deseo. Lo común es amar una cosa y desear otra, cuando muestro interés debería dirigirse hacia el mismo lugar. Ese hecho divide nuestra energía y los resultados terminan siendo nefastos, tanto a nivel personal, como a nivel social.

Lo primero es ubicar si el amor es causa del deseo o el deseo es causa del amor. Existen muchas opiniones al respecto y todas son valiosas. Sin embargo, con el afán de contribuir a dar más luz sobre el tema, tendremos que re-formular nuestros propios conceptos al respecto.

El deseo es lo primero que aparece, porque se trata de una respuesta fisiológica ante un estímulo sensorial que induce al contacto íntimo con la persona que es la fuente del mismo. Se le llama “objeto de deseo”, porque como la palabra lo indica, el deseo actuando como motor único de mis actos, degrada al grado de “objeto” a la persona en cuestión.

El amor, que puede aparecer, antes, nunca o después del deseo, implica un grado de compenetración y entrega mucho más profundo, donde dos seres afines se conjugan para compartir la vida en todos los aspectos posibles, generando una resultante que los combina, los fortifica y los expande para lograr el doble de metas, que si lo hicieran cada quien por su cuenta. 

Sin embargo es común no distinguir la diferencia entre el amor y el deseo, por que casi siempre comienzan naciendo de la misma fuente. Incluso, es muy frecuente escuchar a personas decir que están confundidas, porque no saben si es amor o deseo lo que sienten por alguien. Ambos sentimientos son independientes, pero no mutuamente excluyentes. Puede existir, el uno sin el otro, sin condicionarse entre sí.

Dado que el deseo siempre se atribuye a instintos perversamente ubicados como “bajos”, la idea del amor romántico plantea que para poder desear a alguien, primero hay que amarlo, para así lograr enaltecer aquellos “bajos instintos” y eliminar la culpabilidad que éstos producen enmascarándolos con el amor que se dice sentir.

Desafortunadamente, es altamente común que al estar en una relación, se ame a una persona y se desee a otra. Tan es así, que esa es justamente la razón por la que la infidelidad se ha vuelto el pan de cada día, provocando con ello la separación eventual de las parejas, por estar dividida su atención en dos o más personas diferentes. Esto se debe a que todo lo que une, separa. Si el deseo me llevó hacia una persona, es ese mismo deseo el que me aleja de ella para volcarse sobre alguien más.

La parte animal en nosotros nos indica a quién desear, pero la parte humana y racional nos revela a quién hay que amar. Normalmente creemos que tanto el amor como el deseo es algo que “nos sucede” y de lo que no tenemos forma de dirigir o encausar. Este pensamiento es provocado por la aceptación generalizada del amor “romántico” del que ya habíamos hablado en el artículo “La supervivencia del amor en tiempos de desamor”. La realidad es que si es posible elegir a quien amar y a quien desear, y por tanto dependerá sólo de nosotros mismos hacer que ambas fuerzas converjan en un mismo punto.

El sólo hecho de saber que esto es posible, arroja una luz de esperanza sobre las tremendamente frágiles relaciones de pareja que hoy en día se separan a la menor provocación, pero como siempre, no hay resultados valiosos que no impliquen esfuerzos de las partes involucradas. 

Si aprendes a amar lo que deseas y a desear lo que amas, tu relación tendrá un auge emocional, como la que se suele tener en los principios, cuando el amor y el deseo van ineludiblemente ligados a la misma persona.

¡Que tengas un hermoso fin de semana!

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