El misterioso tercero en discordia
¿Alguna vez
te ha ocurrido que cuando tienes una relación estable, ya sea de amistad,
laboral, sentimental, o de cualquier tipo, de repente algo pasa y la otra parte
cambia radicalmente su comportamiento hacia ti? Sin duda alguna existe una tercera
persona, que desde la sombras, cambia la perspectiva de tu contraparte,
sembrándole ideas que acepta como verdaderas y que le motivan a cambiar su
actitud frente a la relación.
Nuestra
naturaleza humana, que nos dirige a creer que las penas compartidas pesan la
mitad, es la causante de que cuando estamos frente a una situación que
identificamos como “problema”, se la contemos a alguien que consideramos de
toda nuestra confianza, buscando apoyo y comprensión. Sin embargo, esta actitud
revela que en el fondo, somos tan inseguros de nosotros mismos, que necesitamos
la aprobación de los demás para seguir nuestro camino.
Esta
alternativa, desplaza nuestro propio poder, para ubicarlo en terceras personas,
que tal vez muy desinteresadamente o no, se convierten en los titiriteros que
mueven nuestros hilos ocultos, y que al conocernos bien, saben que fibras
tocar, para producir un resultado determinado.
Y no es que
sea contraproducente compartir mis penas con gente de confianza, lo que no es
sano, es dejarme manejar ciegamente por sus consejos, que vertidos desde un
punto de vista externo, no consideran todos aquellos factores, motivaciones y
sentimientos que forman parte de mí y que en última instancia se convierten en
determinantes para mi propia vida. Lo que es bueno para ellos, puede resultar
malo para mí.
Los consejos
de terceros sobre nuestros propios asuntos, suelen estar basados en un esquema
lógico, basado en su propia experiencia, que nos convence de su veracidad y que
al encontrarnos con la guardia baja, aceptamos sin chistar. Lo que pasamos por
alto, es que no siempre lo lógico es verdadero. La lógica se conoce con la
mente y la verdad se conoce con el corazón. Tal vez por eso sea que le llamamos
“tercero en discordia”, por que “dis” niega a “cordia”, o sea, sin corazón.
Incluso
llegamos a decir: “Estoy muy agradecido con fulanito por haberme abierto los
ojos”, cuando lo que fulanito hizo, no fue más que hacerme ver las cosas desde
su perspectiva. Si lo que fulanito me dijo me con-vence, tengo que recordar que
la aplicación de sus consejos en mi vida es responsabilidad absolutamente mía,
y que si por alguna razón, las cosas me salen mal por haberle hecho caso, no
tengo luego ningún derecho de ir a reclamarle por aconsejarme mal. Después de
todo, fui yo quien lo aceptó y lo llevó a la práctica.
Es muy fácil
opinar y aconsejar cuando no se está viviendo la situación personalmente. Tal
como el refrán popular lo ubica: “Qué bonito es ver los toros desde la
barrera”. También recuerdo la atinada definición que el genial Rius hacía de
los críticos: “Crítico es aquel que lo sabe todo sobre la teoría del
equilibrio, pero es incapaz de andar en bicicleta”.
Esto nos
lleva al siguiente punto: Si yo le miro la vida a aquel que me aconseja, ¿lo considero
un virtuoso sobre lo que me está aconsejando? ¿Es su forma de vivir un ejemplo
para mí? En muchísimas ocasiones, acabamos pidiendo consejos para hacer dinero
al que está en la carencia, o guía emocional al que sus relaciones personales
están por los suelos.
Y luego está
la otra parte, cuando yo me convierto en el consejero: “Pues mira, si yo
estuviera en esa situación, lo que haría es….”. Cuando estemos ante esa
tentación, por que alguien nos lo pide,
hay que recordarle que le ofrecemos opiniones, nunca consejos, y que él
decidirá que le sirve y que no, de los mismos.
De ninguna
forma es sano resolverle los problemas a otro (situación en la que muy
comúnmente caen los padres de familia), porque cualquier eventualidad que
enfrenten los forma y les dá fuerza. Finalmente los problemas son maestros presentes que tienen lecciones ocultas
que ofrecerles.
Es menester
aprender a resolver los problemas por nosotros mismos, para poder graduarnos en
nuestra propia vida. No permitamos que un tercero en discordia lo haga desde
las sombras, ni caigamos en la trampa de convertirnos en uno.
¡Que tengas
un extraordinario fin de semana!
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