Este sitio te permitirá acceder a los artículos de Rigo Vargas publicados en el periódico "El Sol de León", en la columna del mismo título

sábado, 26 de enero de 2013

"La importancia de mantener vivos tus sueños", publicado el 27 de Enero de 2013




La importancia de mantener vivos tus sueños

Suele ser muy común que, al vivir en un mundo en el que todo son distracciones y nuestra atención es constantemente acaparada por tanto hacia dónde mirar, perdamos la brújula que nos orienta hacia dónde nos debemos dirigir si es que queremos darle sentido a nuestra existencia. Llega un momento en el que trabajamos y vivimos en “piloto automático” sin tener claro nuestro propósito de porque estamos haciendo lo que estamos haciendo.

Tarde o temprano todos nos enfrentaremos con la pregunta más importante que nos podemos hacer a nosotros mismos: “¿Cuál es el propósito de mi vida?”. Algunos tienen que esperar hasta su lecho de muerte para planteársela, otros, prefieren salir a su encuentro, antes de que éste sea inevitable.

“Plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”, dice una popular fórmula que trata de dar respuesta a esta interrogante. Sin embargo, esas tres recomendaciones van más orientadas hacia la idea de “dejar huella” en este mundo antes de retirarnos, buscando que nuestra estancia aquí, no pase desapercibida para futuras generaciones. Ubicado de esa forma, se convierte más en una manifestación del ego, que cualquier otra cosa. Y dicho sea de paso, hay personas a las que los árboles se les marchitan, los hijos las abandonan y no son capaces ni de leer un libro por año, mucho menos escribirlo, por lo que la trascendencia prometida, se torna dudosa, en el mejor de los casos.

Personalmente, yo creo que el propósito de nuestra vida es realizar nuestros sueños, esas cosas que siempre has querido lograr, pero que te acabas escondiendo detrás de los “no puedo”, “no tengo”, “no sé” o “no debo”. Los sueños son el alimento que nutre al alma. Es muy común que a lo largo de la vida nos encontremos con su realización frustrada, pero es necesario que sigamos soñando para mantener viva la llama de nuestra existencia.

Cuando somos jóvenes, estamos muy conscientes de todo aquello que queremos conquistar, pero aún no tenemos ni la fuerza ni la entereza para hacerlo. A medida que pasa el tiempo, adquirimos esas habilidades, pero perdemos el valor para lograrlo. Y entonces ocurre algo muy trágico, utilizamos esas armas contra nosotros mismos y nos convertimos en nuestro peor enemigo. 

Descartamos nuestros sueños de juventud, porque llegamos a pensar que eran tonterías propias de la inexperiencia y que estaban fuera de lo que realmente se puede alcanzar, desde nuestra nueva y disminuida perspectiva de adultos, siempre conscientes de nuestras “limitaciones”.

Existen tres síntomas que al presentarse, son signos inequívocos de que hemos abandonado el camino hacia lograr aquellos sueños postergados indefinidamente:

La falta de tiempo es el primero de ellos. Normalmente les afecta más a los que hacen muy poco y siempre se están quejando que no les alcanza  el tiempo para nada y su estado habitual es estar cansados. Paradójicamente, las personas más ocupadas son las que siempre tienen tiempo para todo. 

El segundo es un estado de perpetua certeza, nos conformamos con lo poquísimo que le pedimos a la vida y nos sentimos que ya todo lo sabemos y que no hay nada más que lograr. Nos conformamos  con observar de lejos a los que continúan persiguiendo sus sueños y sentimos que esa etapa ya pasó en nuestra vida y no hay nada más que hacer.

El último síntoma es un estado de paz sin exigencias. Nuestros logros son vivir las pequeñas rutinas diarias y ya no se nos exige más que aquello. Nos sentimos maduros y creemos que hemos alcanzado nuestra realización completa. Aprendemos a habitar nuestra zona de confort perpetua. Es entonces cuando la vida transcurre igual que cualquier tarde de un domingo. Nos asombramos cuando alguien de nuestra generación, aún habla de querer lograr cosas nuevas en su vida, cuando lo que en realidad ocurre es que no lo entendemos porque ya habíamos renunciado a ese camino y no nos cabe en el juicio que, a estas alturas, alguien siga en él.

Si optamos por abandonar ese camino, tendremos un pequeño período de tranquilidad, que finalmente se verá contaminado por el hedor de los sueños muertos que se empiezan a podrir en nuestro interior. Eso nos genera un estado de incomodidad que deriva en  comportamientos agresivos hacia quienes están en nuestro entorno y finalmente hacia nosotros mismos. De ahí empiezan a surgir toda clase de enfermedades.

No sentiremos derrotados y nos pesará tanto la cobardía de habernos apartado de aquel camino, que eventualmente desearemos la muerte que nos alivie de nuestra falta de tiempo, de nuestra certeza perpetua y  de aquella horrenda paz de las tardes de domingo.

Siempre mantén vivos tus sueños, y por ningún motivo abandones el camino que te llevará a su realización. Después de todo, tu vida y tu felicidad, dependen de ello.

¡Que tengas un feliz fin de semana!

No hay comentarios:

Publicar un comentario