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sábado, 2 de noviembre de 2013

¿De qué se trata tu vida? - Artículo Inédito



¿De qué se trata tu vida?

Desafortunadamente, son tan pocas las veces que hacemos una pausa en el camino para evaluar lo hasta ahora recorrido y para hacer consciencia de a dónde nos dirigimos a partir de éste punto, que el resultado es que los automatismos de la rutina, terminan confundiéndose con el destino. Es por eso que llegamos a creer que mientras cumplamos nuestras obligaciones diarias, mientras nos mantengamos en estado de “productividad laboral”, la vida tiene que ser buena y nos sonreirá siempre.

Tal vez ese pensamiento se originó en la escuela cuando éramos pequeños y nos premiaban con buenas calificaciones si cumplíamos con nuestras tareas diarias, y tanto para los maestros, como para nuestros padres, éramos “niños buenos”, siempre y cuando nos alineáramos a lo que nos dictaban que teníamos que hacer. 

En última instancia, la obediencia ciega era buena y nos hacía merecedores de elogios y premios, y por ello, cualquier acto espontáneo que se alejara de lo aceptado por todos, se consideraba como rebeldía y era castigado con el desprecio y el sometimiento a los lineamientos correspondientes. Muy al estilo de lo que fue ilustrado por Richard Bach en el magnífico “Juan Salvador Gaviota”.

Por todo aquello, crecimos con la idea errónea, que todo lo que nos hace diferentes y únicos, debe ser sofocado si no se apega a lo que los paradigmas establecidos, han determinado que es lo mejor para nosotros. Infinidad de carreras artísticas se han visto truncadas en sus inicios, con el argumento de que: “Eso no te va a dar de comer, lo que debes de hacer, es buscar una profesión que te dé dinero”. 

Cuando llegas a la edad madura y te das cuenta que todos tus sueños de niñez y juventud  fueron sacrificados en aras del bien más “alto” de recibir dinero, la frustración se hace presente y paradójicamente, el dinero se aleja. En lugar de enseñarnos a recibir dinero como una consecuencia de la satisfacción personal, nos adiestraron a sentirnos satisfechos con el dinero como un fin. Seguimos siendo el niño que persigue la calificación más alta, ahora expresada en signo de pesos.

El resultado de todo esto es que colocamos “la zanahoria delante del burro” y que caminamos persiguiendo un objetivo de vida que no resuena en absoluto, con nuestra misión en este plano de existencia.

Trabajar mucho, acumular bienes y descansar poco, se han vuelto las directrices de la vida de la mayoría, incrementando dramáticamente el stress y la sensación de vacío interna, que se pretende llenar con papel moneda y sostener con adquisiciones materiales. 

Cuando en mis conferencias he hecho la pregunta: “Si yo te regalara diez millones de dólares, ¿Cómo sería tu vida?”, las respuestas siempre han sido del orden de “Estaría más tiempo con mis hijos”, “Frecuentaría más a mis amigos”, “Leería más libros”, “Vería más películas”, etc. Entonces les hago ver que para hacer eso no necesitan un solo peso, sólo la voluntad de hacerlo. Las cosas que nos hacen felices, no se compran, porque si así fuera los multimillonarios serían los seres más felices del mundo. Nada más lejos de la realidad.

Disfrutar de la vida, se convierte en una consecuencia del éxito financiero, cuando tendría que ser exactamente al revés. Nos hemos condicionado tanto al sistema de recompensa impuesto en la psique durante nuestra estancia en la escuela, que creemos que para disfrutar, primero hay que sufrir. O sea, no tengo derecho a disfrutar nada si primero no trabajé mucho para merecérmelo.

Se nos olvida que si estamos desempeñándonos en una actividad que realmente nos apasiona, el trabajo se vuelve disfrutable en sí mismo y no una medicina amarga que me tengo que tragar sin ganas de hacerlo. Un ser realizado es aquel que puede decir “Me divierto tanto y hasta me pagan por eso”. La felicidad es consecuencia de la realización, y la realización la obtengo cuando soy congruente con aquello que siempre he querido ser o hacer.

Si tu vida se trata sólo de obtener más dinero, porque compraste la idea de que “El dinero no es la felicidad, pero si lo más parecido a ella”, estás amordazando a tu niño interno que te grita desesperadamente lo que realmente viniste a hacer a este plano, pero cuando llegue el momento en que ya no le puedas tapar más la boca y te hable al oído en tu lecho de muerte, para entonces ya será demasiado tarde.

Tal como Paulo Coelho dice: “Todo hombre tiene la obligación de saber a dónde conduce el misterioso camino que pasa por enfrente de su casa”, es así que tenemos que encontrar nuestro propio camino, y si no existe, hacerlo y caminarlo, porque de esa forma, la grandeza, la realización y la satisfacción estarán esperándonos al final del mismo. Nunca hay que tener miedo a ser diferentes, lo único realmente temible es llegar al final habiéndonos negado la oportunidad de hacer lo que realmente nos gusta. Después de todo, de eso es de lo que verdaderamente se trata la vida.

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